CAPÍTULO IV

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« Sin comprender »

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Era una escena un tanto difícil de ver para aquellos con el corazón sensible

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Era una escena un tanto difícil de ver para aquellos con el corazón sensible. Si algún alma con complejo de héroe se encontrase en el callejón, probablemente habría hecho algo para rescatar al pequeño zorro de las garras de aquel fuerte e imponente hombre lobo, pero lamentablemente... nadie qué quisiera ser un héroe estaba allí y el más grande ya se había dado cuenta de que ese supuesto “cazador”, era un endemoniado alfa. Eso explicaba que hubiese querido darle un tiro. Al final, estaba en su naturaleza, todo lo querían destruir.

Itadori seguía revolviendose mientras su oxígeno huía, y con sus patas traseras trataba de empujar la enorme zarpa que se cernía contra su cuello, sentía las garras hundirse en su pelaje y sabía que comenzaría a sangrar si el Delta apretaba un poco más. Temía por su vida.

El callejón estaba inundado de la fragancia de Yuji, el cual se sentía totalmente confundido y la cabeza le daba vueltas. No había olido su propia fragancia antes. Jamás había dejado los supresores, su madre nunca permitió que su aroma fluyera ni siquiera cuando apenas se manifestó su cuerpo como el de un Alfa, así que no estaba seguro de que ese fuera del todo su aroma, pero era imposible que fuese del Delta, ya que este olía a Pólvora.

Ya mátame —musitó en forma de gañido.

Su ojos marrones y redondos chocaron con la mirada brillante del que hasta hace poco era su presa. No sabía que pasaría, el lobo parecía no reaccionar, únicamente dejaba que sus gruñidos guturales fluyeran como un río, pero... parecía estar paralizado en su sitio, como si de pronto no supiera que diablos hacer o quizá estaba pensando en las mil formas de sacarle las tripas y arrancarle el pellejo para luego hacerse un bonito tapete.

No soy como los tuyos —Toji respondió a modo de gruñido.

Itadori se quedó en blanco pero no lo suficiente como para no sentir el golpe contra el suelo cuando el enorme animal lo soltó. Se sintió confundido mientras se movía rápido y se escabullia entre los botes de basura y las bolsas esparcidas en el callejón, se ocultó en la esquina, en el fondo de ese oscuro y apestoso lugar mientras sentía que el corazón le latía a mil por hora, el pelaje de su lomo estaba erizado y con la cola se cubría sus patas traseras. Desde ahí veía al hombre lobo que se había quedado estático en su sitio, mirando en su dirección pero sin decir ni hacer nada. Era sin duda más que extraño, un giro total a lo que Yuji creía que sucedería.

Hunter Oddisey | TojiIta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora