4. Horror

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—¿Qué pasa?

Casi me caí cuando me aparté de Nash para comprobar que si fue Lysander el que estaba mirándonos. No sé si lo imaginé porque después de que pasó una camioneta no había nada. Desapareció y me quedé perpleja mirando a todos lados. No pudo haber corrido tan rápido, pero tampoco lo pude haber imaginado perfectamente.

Entonces, ¿qué rayos fue?

—Nada, sólo... me pareció haber visto a alguien —respondí mientras intentaba creer mis palabras.

Seguro sólo fue tu imaginación, Luara, nada más.

—Bueno, ¿y quién era?

—No importa, entremos a la casa —él me tomó la palabra y entró primero. Miré por última vez el lugar donde me pareció ver a Lysander parado, antes de entrar y cerrar la puerta. Acto seguido fui a la sala y encaré a Nash, que yacía sentado en el sofá—. Bien, ¿y a qué te referías con el mensaje? —me detuve frente a él.

Una sonrisa perversa se asomó en su rostro y en ese momento supe que lo que tenía en mente no sería nada bueno.

—Vine por ti para que vayamos al club. Tienes hora y media para cambiarte.

Parpadeé como una estúpida, hasta que entendí sus palabras.

—¿Qué?

—Vamos, Luara. Tenemos que festejar que estoy sano.

Tenía que admitir que se me hizo ridículo eso de festejar.

Hice una mueca y crucé los brazos.

—Sabes que no soy tan fan de ir a esos lugares. Normalmente está lleno de tipos ebrios y eso.

—Te juro que no me separaré de ti. Estaremos juntos todo el tiempo.

—No lo sé...

—Por favor —juntó las manos y me suplicó con carita de angelito inocente—. Hace dos semanas que no salgo de casa, necesito divertirme.

Debería de ser un delito que mi mejor amigo trate de convencerme de esa forma.

—Vamos, Lu. No quiero ir solo y no tengo a nadie más con quién ir.

¿De verdad estaba en condiciones para salir, después de correr demasiado y sentir mucho cansancio?

No estás en condiciones para salir, Luara.

No te dejes convencer.

Pues...

—Está bien —acepté porque sabía que Nash no dejaría de insistirme hasta que me cansara de sus súplicas—. Pero sólo hasta las once —le advertí con mi dedo índice.

Nash merecía algo de diversión después de estar encerrado en su casa y postrado en una cama.

Ojalá no me estuviera equivocando en ir a ese lugar.

Entré a mi habitación pensando en algo convincente para ponerme y que fuera adecuado para el ambiente al que me enfrentaría. No podía llegar con pantalones holgados y una camisa grande.

Arrojé casi toda la ropa de mi clóset en la cama y comencé a buscar. Después de blusas, shorts y tanto desorden me había decidido finalmente por unos vaqueros negros y un top blanco con brillos. Tenía una imagen mental de mí con el cabello suelto y me veía espectacular.

De nuevo me dirigí al clóset para encontrar unos zapatos adecuados que combinaran con el outfit. Cuando iba a tomar un par, encontré un vestido que estaba tirado sobre unas sandalias. Lo saqué y observé con curiosidad, era color marrón y de mangas largas. Parecía sencillo sin ningún estampado ni nada, pero lucía elegante.

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