7. Muerte

61 7 2
                                    

Sus palabras hirientes me causaron mucho dolor.

Muchas lágrimas fluían de mis ojos y descendían por mi rostro. No podía procesar ni entender del todo lo que Aeris había gritado.

Tenía sentimientos encontrados, sentía mucha confusión y también tristeza. Era un torbellino de emociones. Parecía que mi cerebro había explotado por la rapidez en la que había sucedido todo. Mi mente estaba en shock y mi cuerpo se había quedado inmóvil, porque no sabía que hacer ni como reaccionar.

De pronto, un sonido vibrante, que me causó un sobresalto, se escuchó entre el silencio de la casa y me obligó a moverme.

Las lágrimas fueron cesando lentamente. Caminé hasta el fregadero, abrí el grifo y me eché agua en la cara.

Ser adoptada no era malo, yo tenía que agradecerle a mis padres por haberme rescatado de ese espantoso lugar y por todo lo que hicieron y siguen haciendo por mí. Lo que me dolía era esa forma tan cruel y despectiva en la que Aeris lo gritó como si fuera cualquier cosa.

Pero ya no lloraría más por eso. No valía la pena. Tenía que asimilarlo y darle vuelta a la página. Mis padres nunca se enterarían de este incidente, que quedaría en el olvido, y todo seguiría normal.

Desbloqueé mi teléfono, que estaba en la encimera, y miré las notificaciones. Tenía nueve llamadas perdidas y cinco mensajes de Nash. Abrí la aplicación para leer todo.

"Me enteré de lo que pasó. ¿Podemos hablar?"

"Te prometí que no te iba a dejar ni un minuto sola toda la noche, pero no recuerdo muy bien el motivo por el que me alejé..."

"Sé que debes estar muy enojada conmigo y entiendo que no quieras hablarme, incluso que tampoco quieras verme, pero es importante que hablemos".

"Por favor, perdóname, Luara".

"Llámame cuando veas los mensajes, por favor".

No sabía como comportarme con él. Seguía muy abrumada. Si ese día no hubiera salido, nada de esto habría pasado. Pero al final la culpa fue mía por dejar la bebida sola. Sería muy egoísta de mi parte echarle toda la culpa de lo que pasó.

Así que le llamé y me contestó enseguida.

—¿Luara? ¿Cómo estás?

—Estoy bien.

—De verdad lo siento mucho, te suplico que me perdones, yo...

—Está bien, Nash —lo interrumpí para que no se siguiera disculpando—. Tú no tuviste la culpa.

—Claro que sí, yo te dejé sola.

—Pero no había manera de que supieras lo que iba a suceder.

Se formó un pequeño silencio.

—¿Sabes? Yo... creo que todo fue planeado.

—¿A qué te refieres?

—Es que... no recuerdo mucho lo de esa noche, sólo recuerdo que estaba bailando con alguien y...

No quería volver a recordar eso. No en este momento.

—Nash —volví a interrumpirlo—, creo que tenemos que hablar de todo esto en persona. Quizá... podemos vernos algún día de estos.

Conversamos un poco más y colgué la llamada después de despedirnos.

La verdad ya no quería hablar sobre ese tema porque no quería quebrarme la cabeza pensando una y otra vez en eso. Por esa misma razón había intentado convencer a mis padres, con mucho esfuerzo, para que dejaran todo en el olvido. No quería que siguieran buscando un culpable que probablemente nunca encontrarían. Y aunque lo encontraran no había pruebas y así no se podía hacer nada.

Enigma © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora