12. Desesperación

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Luara Larsen

3 meses después.

Me era difícil olvidar aquella mañana en la que el detective Walsh y otros dos policías llegaron a mi casa a revisar todos los rincones y esquinas para encontrar todas las cámaras y micrófonos que había ocultos.

Fue una pesadilla para mí.

Casi me dió otro ataque cuando nos enseñaron un vídeo que mostraba todo lo que sucedió en la casa el día de la muerte de Aeris. Era espeluznante que en nuestra casa hubiera cámaras por todos lados y que ninguno de nosotros se haya dado cuenta. Lo más aterrador es que el vídeo comenzaba cuando yo estaba en la cocina.

Todos nos volvimos locos en ese momento. El tal Dariel Hall dijo que ya había quitado las cámaras el día del funeral de Aeris, y efectivamente fue verdad porque los policías no encontraron ninguna.

No sé como podíamos vivir con "normalidad" en esta casa después de una cosa así.

El día del juicio -hace un mes- fue un desastre. Mi papá se le fue encima a Dariel y casi lo mata a golpes de no ser porque algunos policías lo detuvieron. Los forenses determinaron que la navaja que Dariel entregó fue la misma con la que Aeris fue asesinada. Esas fueron las pruebas suficientes para que el juez le diera una sentencia de treinta años de cárcel; veinticinco por el asesinato de mi hermana y cinco por su asunto de las drogas. El detective Walsh no se veía muy conforme con la decisión que había tomado el juez, él seguía creyendo que Dariel no era el culpable. Pero las pruebas apuntaban todo lo contrario.

Pude volver a respirar tranquilamente cuando salimos de la sala de juicio. Mis padres seguían sumidos en la misma seriedad y dolor de siempre, a ellos no les daba mucha paz que ese criminal estuviera en la cárcel porque eso no les iba a devolver a Aeris.

Por eso mismo habían tomado la decisión de irse de Redfield por tiempo indefinido. Estar aquí en este lugar, en su casa, los hacía recordar a Aeris todo el tiempo. Y es que la pérdida de un hijo jamás se superaba ni se olvidaba, al menos así lo veía yo. Debía de ser un dolor demasiado profundo e intolerable.

Yo los comprendía, pero me seguía pareciendo muy egoísta lo que estaban haciendo. ¿Por qué no se preocupaban por mi? Me dolía que no me prestaran tanta atención y me hicieran a un lado. Aunque después de todo a la que perdieron fue a su hija biológica, y yo sólo era la adoptada que ni siquiera llevaba su sangre.

Igual esa decisión me aterraba, pues significaba que viviría sola en casa a partir de mañana. Era una locura. No me dejaba tranquila la idea de dormir sola por las noches, es más, creo que ni siquiera lograría poder dormir bien.

Mi mente no dejaba de pensar y pensar. Tenía el pulso un poco acelerado por los nervios de quedarme sola. Seguro que mañana me esperaba un día tormentoso.

***

No logré dormir lo suficiente, pero al menos fue algo. Me levanté arrastrando los pies para elegir la ropa que me pondría hoy. Eran las nueve de la mañana, al menos hoy era sábado y no tenía que preocuparme por llegar tarde a las clases.

Tomé mi teléfono con la esperanza de encontrar algún mensaje de Nash, pero no había nada. Desde hace una semana no me contestaba los mensajes ni las llamadas, ni siquiera me dejaba en visto. Era como si me hubiera bloqueado, y eso ya era raro. Me preguntaba que hice mal o si en algún momento dije algo que lo molestó tanto que se alejó de mí, pero no lograba recordarlo. La última vez que nos vimos fue justo la semana pasada en el instituto y se veía normal, actuaba normal como siempre. De verdad que no entendía que era lo que estaba pasando.

Entonces escuché ruido en la calle. Curiosa, me dirigí hacia la ventana para abrir las cortinas y descubrir si desde donde estaba se podía ver lo que pasaba; y lo que ví me dejó muy confundida: una patrulla estaba estacionada enfrente de la casa de Lysander.

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