14. Llamada

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¿Y por qué crees que yo necesito ayuda?

Lysander...

Sabes que esto es muy raro, ¿no? Digo, no es común que una desconocida venga de la nada a ofrecerme ayuda.

—Yo... no soy del todo una desconocida.

—Pues yo no te recuerdo.

—Era tu vecina, vivía casi enfrente de tu casa... en Redfield.

—¿Y por qué viniste hasta ahora?

—Vine a ofrecer ayuda.

—Aquí nadie necesita la ayuda de una universitaria que está jugando a la psicóloga. Y mucho menos yo, que sé perfectamente como sobrevivir a esta porquería de lugar.

—Entonces... ¿por qué tienes esto? toqué su pómulo, donde tenía una leve sombra color violeta, causada por un golpe.

—¿Esto?sujetó mi muñeca con firmeza para profundizar mi toque en su mejilla —. Esto es parte del proceso que tienes que seguir si quieres sobrevivir en este infierno.

Lysander...

No creo que tú puedas entenderlo —se acercó más a mí, hasta sentir su aliento sobre mis labios.

Lysander...

Mi mirada iba de sus ojos a sus labios. Él me mostró la misma sonrisa que puso cuando me presenté. Luego sentí el leve roce de sus labios con los míos, y finalmente nos besamos.

—Adiós, Luara.

Enseguida la imagen de Lysander se desvaneció delante de mí.

Lysander...

Con esa última imagen mental, regresé del estado inconsciente que me separaba de la realidad.

Llevaba días soñando con Lysander, siempre pronunciaba su nombre al despertarme. Definitivamente ese hombre me tenía mal de la mente.

La visita en la cárcel no salió como esperaba; había olvidado el mal carácter que él tenía. Fuí muy tonta al pensar que Lysander se abriría conmigo y me contaría todo lo que ha vivido ahí.

No había ido a visitarlo antes porque simplemente no podía, y tampoco tenía una excusa. Aunque ya entendí que la del sábado pasado no funcionó. Hasta me daba vergüenza recordarlo.

Me estiré sobre la cama para mirar la hora en mi teléfono.

Eran las cuatro de la mañana.

Solté un resoplido porque todavía faltaban varias horas para que amaneciera. Me removí enojada, con la esperanza de volver a dormirme.

...

Tomé mi taza diaria de café negro, pero esta vez con más velocidad porque se me hacía tarde, y salí corriendo del edificio. Ni tiempo me dió despedirme de Lina. La muy suertuda seguía dormida.

Gemma ya se había ido a sus clases y yo apenas estaba bajando en el ascensor. Lo bueno es que no llevaba tacones, porque sino me habría ido de boca contra el suelo cuando salí disparada hacia la puerta de salida.

Llevaba quince minutos de retraso y por si fuera poco todavía tenía que correr mucho para llegar a la universidad. Así que me las ingenié para correr más o menos rápido. Yo nunca había sido de esas personas que hacían actividad física y eso, pero ahora ya me estaba planteando la idea de hacerlo.

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⏰ Última actualización: Sep 19 ⏰

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