CAPÍTULO III

1.3K 196 83
                                    

LAS PESADILLAS DE JIMIN

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

LAS PESADILLAS DE JIMIN

Pero no lo hice, me quedé en el carruaje. Anhelaba vivir más que nunca.

—¿E-esposa? —pregunté titubeante—. Pero soy varón, mi señor.

—Eso no importa, eres idéntico a Popelia. Me atrevería a decir que incluso más hermoso que ella y te quiero para mí.

<<Está usted loco>>, quise gritarle en la cara, pero me mordí la lengua manteniéndome sereno.

—No creo que sea bien visto que un hombre sea su... pareja, mi señor.

—¡Ash, deja de decir tonterías! Nadie va a saber que eres hombre, cierra la boca. No quiero escucharte hablar más.

El resto del trayecto hacia el palacio me quedé en silencio. Mis manos sudaban, ¿de verdad el emperador quería convertirme en su esposa? ¡¿Pero cómo?! Desconcertado veía el interior de carruaje que era todo un lujo y al emperador que era tan apuesto e intimidante.

Cuando llegamos al palacio hizo que me pusiera una capucha blanca para ocultar mi rostro de los ojos que pudieran observarme. Fue muy claro cuando me ordenó que me mantuviera callado hasta que él me diera permiso. Salí del carruaje manteniendo la cabeza agachada y al bajar el emperador desenvainó su espada cortando la cabeza de los soldados que lo acompañaban y del conductor. La capucha blanca que yo llevaba quedó embarrada de sangre al igual que mis mejillas pues una que otra gota cayó sobre mi piel. No comprendí la razón de la muerte de esos hombres pero tampoco quise preguntar.

—Baja la cabeza y sígueme. —Ordenó el emperador.

Obedecí caminando detrás suyo en silencio. Distintos eunucos trataban de ver mi rostro alzando el cuello con curiosidad mientras que otros miembros de la servidumbre corrían a levantar los cuerpos inertes de los hombres que el emperador asesinó momentos atrás. Yo apresuraba mi paso tratando de alcanzarlo, cuando lo logré entramos al palacio. El lugar era hermoso, mucho mejor de lo que me imaginaba, sin embargo era frío y podía sentir la soledad por los pasillos.

Llegar a la habitación del emperador fue difícil para mí porque era como caminar adentro de un laberinto. Estando ahí él entró conmigo cerrando la puerta con llave, se acercó a mí levantándome la capucha para ver mi rostro, me miró sonriendo, mojó su dedo pulgar con la lengua limpiándome la sangre del rostro y después dijo:

—Bienvenido a tu nuevo hogar.

—¿Mi hogar? —pregunté.

—Te dije antes que serás mi esposa. ¿Lo olvidaste? —Acarició mi cabello con suavidad. Yo tragué saliva.

—No señor, no lo he olvidado.

UNA ESPOSA PARA EL EMPERADOR||  kookmin/ yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora