Un Ladrón y una Propuesta

856 111 60
                                    

— ¡¿ALGUIEN PODRÍA TENER LA DELICADEZA DE EXPLICARME QUE DIABLOS HAGO AQUÍ?!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— ¡¿ALGUIEN PODRÍA TENER LA DELICADEZA DE EXPLICARME QUE DIABLOS HAGO AQUÍ?!

Félix se encontraba al borde de cometer homicidio y alargar su, de por sí, infernal condena.

No importaba si el único objeto que pudiera servirle de arma era la laptop que llevaba sobre su regazo y que estuviese rodeado de hombres vestidos con toda clase de protección, chalecos antibalas y portando armas de la más alta calidad.

Lo único que él necesitaba era respuestas, y un hombre desesperado, era un hombre dispuesto a lo que sea por alcanzar su objetivo.

Aún si los medios solo terminaban jodiéndolo.

Media hora antes, el australiano se encontraba contando tranquilamente los minutos que le hacían faltaba al maldito reloj de la oficina de BangChan, y que estaba seguro de que el bastardo había averiado para obligarle a pasar más tiempo allí, para entonces poder ir a su minúscula caja de zapatos a dormir.

No importaba que su colchón siguiera siendo tan incómodo como antes de que Ryujin le diera la idea de suavizarlo a base de saltos; incluso su duro colchón, era un destino más agradable que en el que se encontraba en esos instantes.

Ninguno de los oficiales que habían sido enviados como refuerzos le prestó la más mínima atención a su pregunta; seguramente mucho más concentrados en las indicaciones que recibían a través de sus auriculares y esperando el momento indicado para abandonar la camioneta en la que habían sido transportados.

Cuando al fin el vehículo se detuvo, todos los agentes se pusieron de pie ultimando detalles antes de salir a quien sabe qué y olvidándose de la presencia de Félix, quien seguía sin tener idea de nada.

—Por última vez, señores, ¡¿PORQUÉ DIABLOS ME TRAJERON AQUÍ?! ¡MI TURNO TERMINÓ HACE CUARENTA Y CINCO MINUTOS!

—Yo pedí que te trajeran, Barbie. — Félix dio un respingo cuando la puerta de la camioneta fue abierta y el precioso rostro de Hwang Hyunjin, mejor conocido como el Agente Hot, hizo aparición.

De repente no resultaba tan mala idea estar ahí.

El bastardo portaba una sonrisa ladina en sus rojizos labios y Félix estaba dispuesto a ponerse de rodillas si es que este acepta dejarse quitar ese maldito uniforme que lo hacía verse aún más atractivo que de costumbre

Es que, ¡¿quién diablos lograba verse tan bien vestido con botas altas negras, pantalones y camiseta ceñida del mismo color, chaleco antibalas con el logo de la policía de Seúl, el cabello negro sudoroso y despeinado, y con el maldito pendiente de cruz invertida que siempre llevaba en la oreja izquierda?!

A ese tipo de imagen era a lo que Félix aspiraba, pero su maldita obsesión con toda la parafernalia de las muñecas barbie pudo más que él.

—Sé que soy inhumanamente hermoso, Agente Ho... ¡Hwang! — Se corrigió así mismo, antes de quedar en vergüenza. — Pero eso no significa que pueda hacerme perder el tiempo cada vez que se le da la gana.

Pretty Little Criminal (Hyunlix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora