CAPITULO TRES

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Draco Malfoy estaba justamente saliendo de su casa cuando el sonido de la voz de una dama al otro lado de la calle llamó su atención.

—¡No lo haré! —gritó ella.

Él la avistó cuando estaba siendo golpeada contra la reja por un canalla quien se largó con su bolso.

Draco saltó los escalones, cruzó la callé como una flecha, y agarró a la mujer en cuestión de segundos.

—¿Estás herida? —preguntó, arrodillándose para colocar una mano sobre su hombro, ya que había colapsado.

Parecía aturdida por el golpe en la cabeza, pero entonces lo miró con un par de brillantes ojos color miel que le afectaron el balance, no había visto a una mujer tan bella en años, quizá nunca.

—Estoy bien, gracias, señor —dijo ella mientras luchaba por ponerse de pie, — pero ese hombre ha robado mi cartera. La quiero de vuelta.

La ayudó a levantarse.

—¿Estás segura de que te encuentras bien?

—Sí.

—Espera aquí, entonces —echó a correr detrás del ladrón el cual se había pausado tontamente en la esquina para revisar el contenido de la cartera.

Draco se precipitó hacia él. El hombre lo vio con sorpresa, y se volvió para intentar huir.

Buscando en su bolsillo, Draco agarró su reloj, un arma de oro convenientemente pesada y la lanzó hacia la parte de atrás de la cabeza del individuo.

El golpe fue preciso. El bandido tropezó y calló hacia el suelo. Desorientado, se levantó sobre sus manos y rodillas y sacudió la cabeza como un perro mojado justamente cuando Draco lo alcanzó, lo tomó por la solapa, y lo levantó.

Draco lo zarandeó.

—Entrégalo sinvergüenza, o haré que se te salga el cerebro a golpes.

El ladrón se rehusó a soltarlo. Lanzó un puñetazo endeble, que por un golpe de suerte conectó en la mandíbula de Draco. El dolor retumbó a través de su cráneo y le hizo estallar la sangre en llamas rojas de salvaje agresión.

Habían pasado años desde que Draco disfrutó de una buena pelea, y se preguntaba qué pasó con sus viejos instintos, ya que hubo un tiempo en el que habría anticipado y fácilmente esquivado un golpe tan aguado. Su orgullo hervía violentamente en respuesta y un latido o dos después, el ladrón se encontraba tendido, inconsciente en el pavimento mientras Draco estaba de pie sobre él, con los pies separados y apretando sus ensangrentados puños.

Los ruidos de la calle de alguna manera se dispersaron. Todo lo que podía oír era el fuerte golpeteo de su propio corazón, como un continuo retumbar de truenos en sus orejas.

Mientras el ritmo de su cuerpo volvía a un estado más natural la realidad lo golpeó de vuelta. Se arrodilló para revisar el pulso del hombre en su cuello. Todavía estaba vivo, gracias a Dios. Draco tomó de vuelta el bolso de las manos del hombre, se levantó y se volvió para descubrir a la dama con los apabullantes ojos mieles parada a sólo unos metros de distancia, viéndolo en shock.

***

Hermione se sentía un poco aturdida y considerablemente alarmada mientras cruzaba la mirada con el hombre que le había devuelto su cartera.

Naturalmente, estaba agradecida de que hubiera llegado a su rescate pero después de ver tan sorprendente muestra de violencia, no se sentía más segura ahora que cuando el ladrón se le acercó.

Había visto cada acalorado segundo del altercado y había reconocido la fuerza detrás del puñetazo del caballero. El aliento se le había enganchado en la garganta cuando el ladrón fue impulsado hacia atrás en el aire, como si hubiese sido embestido por un toro salvaje a máxima velocidad.

Seducido en el ocaso - ADAPTACIÓN DRAMIONEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora