Jean no estaba segura de si iba a ver a Arthur esa tarde en la Fiesta de Jardín de las Damas Auxiliares del Hospital. Había mencionado en su última carta que asistiría pero no había tenido respuesta de él. No obstante, se había puesto su vestido de tarde más favorecedor, un ajustado asunto coral con un ligero drapeado sobre la falda y un cuello de encaje antiguo con un sombrero a la moda y un abanico que hacía combinación.
Para su sorpresa, Arthur estaba dando un discurso acerca del ala nueva del hospital justo cuando llegó. El sonido de su voz, tan profunda y autoritaria, la hacía sentir como si estuviese de pie sobre un terreno inestable.
En todos estos años, no había perdido su encanto masculino y su inteligencia aún era irresistiblemente atractiva para ella. Por años había sepultado su percepción de él como hombre, era una mujer casada y había decidido su camino. Pero algo había cambiado este verano. Eran más viejos ahora, pero oh, se sentía como una jovencita en su presencia. Su vientre dio volteretas y el corazón le aleteó como una mariposa.
La mirada de él la encontró justamente al finalizar el discurso. Hubo una ronda de aplausos enmudecidos por los guantes en el pasto soleado. Entonces desapareció en la multitud para hablarles a los anfitriones y otros funcionarios.
Poco después, un sirviente se acercó y le ofreció a Jean un vaso de limonada.
Lo tomó de la brillante bandeja y abrió su abanico para refrescarse las mejillas.
—Su Alteza...—la voz de Arthur pasó sobre ella como una refrescante brisa marina. Se volvió y lo miró a la cara.
—Que maravilloso verte, Arthur. Tu discurso fue muy inspirador.
—Estoy agradecido de que vinieses —dijo él.
Sus ojos brillaron con la luz del sol y ella fue abrumada por un cariño profundo hacia él, el cual surgió en su interior como una desbordante copa de vino. Si había alguna duda en su mente de que amaba a este hombre tanto, si no más, como lo amó en su juventud, se había desvanecido ahora. Sus verdaderos sentimientos no estaban más tiempo sofocados bajo el sentido del deber y todos los dolorosos arrepentimientos del pasado. Todo eso estaba detrás de ella ahora mientras se mantenía de pie frente a él en este brillante, resplandeciente día de verano.
—¿Te importaría dar una caminata conmigo hacia la mesa de postres? — preguntó él. —Me dicen que hay un pastel lo suficientemente grande como para alimentar a todo Mayfair.
Jean sonrió y deslizó un brazo a través del de él.
—Eso suena positivamente delicioso.
Mientras caminaban juntos, hablaron de cosas que habían comentado por correspondencia en sus cartas diarias. Jean le preguntó sobre sus pacientes y él inquirió sobre el pretendiente de Hermione.
—Fue encantador —dijo Jean. —Todos lo teníamos en gran estima y derrotó a Blaise en el billar, lo cual impresionó a todos significativamente. Pero la parte más maravillosa fue la alegría que vi en los ojos de Hermione cada vez que estaban juntos. No la he visto tan feliz en años. Volvió a la vida, Arthur. Sólo espero que algo salga de eso y no sea decepcionada.
—El amor puede ser impredecible —dijo, —pero Hermione es una mujer extraordinaria y muy fuerte. Pase lo que pase, tengo toda la confianza en que encontrará lo que busca. Tiene tanta gratificación en su vida. Estoy orgulloso de ella. La criaste bien, Jean.
Llegaron a la mesa de postres y Jean le soltó el brazo. Otro sirviente le sirvió a cada uno un trozo de pastel de limón en pequeños platos de porcelana. Se alejaron para disfrutarlo bajo la sombra de un alto sicomoro.
Mientras hablaban de distintas cosas, Jean comenzó a sentirse enredada por dentro. Siempre ha sido un amigo devoto hacia ella. Y ahora parecía como que eso era todo lo que él deseaba ser.
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Seducido en el ocaso - ADAPTACIÓN DRAMIONE
Ficção HistóricaAlgunas veces, quien busca pareja para otros encuentra su propio amor... Lady Hermione Granger ha renunciado desde hace tiempo a sus sueños de felices por siempre. Años atrás, un trágico accidente cobró la vida de su amado prometido, pero de alguna...