Siete- Cocinando tu debilidad

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El canto de su madre entró por sus oídos e hizo eco en sus tímpanos, su padre yacía en el borde de su cama, la espalda recta y sus piernas cruzadas mientras espera su despertar.

Ayato abre los ojos de a poco, algo aturdido por esta inoportuna visita, lo último que se le vino a la mente en una mañana como esta era levantarse con sus padres en la habitación, observandolo.

—Tienes mucho que explicar —Mensiona el hombre de cabello grisáceo, sus ojos platinados se clavan en su hijo y lo incita a hablar.

—Yo no tengo nada que decir.

Dejó la calidad de sus sábanas para retirarse de su habitación, pero el ruido sordo que causó el pie del hombre contra las baldosas de madera lo detuvo.

—Sentado —Ordenó con fiereza.

Sin poder mediar palabra y como unica opción terminó por regresar a la cama, sentándose junto a su padre y mirando de reojo la risueña sonrisa de su madre.

—Habla —Pide una vez más, su postura recta e impenetrable lo intimidaba, así que se dispone a decir todo lo que le viene a la mente.

—Escape de casa por una razón —Comienza él —Jamás quise causar problemas, a ninguno de los dos.

Con rapidez se pone de pie, colocándose frente a ambos adultos y haciendo una reverencia de noventa grados para demostrar su arrepentimiento, a su vez está dispuesto a recibir cualquier castigo a causa de su rebeldía.

—Alza la cabeza —Escucha a su padre decir —Sigo sin tener una respuesta concreta.

Ayato asiente y se endereza, sus ojos van y vienen entre ambos adultos que se mantienen expectantes, por más que lo desea no puede encontrar las palabras indicadas para decirlo.

—Lo encontré —Suelta sin muchos rodeos.

Sus progenitores se quedan en blanco, toda la atención posible sobre su hijo y tratando de darle sentido a las palabras que salieron de su boca.

—¿Quién es? —Pregunta la mujer con emoción —¿Cómo lo conociste?

—Yo... —Sus hombros se tensan por esa repentina muestra de interés —Su nombre es Yamada Taro, y lo conocí por medio de Ayano.

Su padre asiente con una leve sonrisa, se levanta para encaminarse a la salida de la habitación e invita a su esposa para que lo acompañe afuera.

Aunque al último momento el hombre se detiene, esperando a que su mujer se ausente por completo. Cuando la escucha bajando las escaleras se voltea para ver a su hijo.

—Escúchame bien, Ayato —La diferencia de altura es mucha, así que agacha la cabeza —Debes ganar el amor de ese chico a la manera Hashimoro, no a la manera Aishi.

Ayato no sabe cómo reaccionar ante esta petición, le pide algo que jamás creyó saldría de sus labios, que se olvidara de toda la crianza que su madre le implementó e hiciera algo completamente diferente.

—Escucha —Después de un fuerte suspiro, vuelve a sentarse en la cama del menor —Cuando dejé que tu madre te criara sola, creí que estaba haciendo lo correcto, pero al final todas sus enseñanzas terminaron por arruinarte.

El chico se sorprende con esta repentina confesión, mira al pasado, siempre estuvo enojado con él, pero en realidad no sabía por qué. ¿Tal vez por su ausencia durante todo ese tiempo? ¿Porque cada que lo veía era muy duro? ¿O por dejarlo en manos de esa terrible mujer?

—El que escaparas me hizo entender y ver muchas cosas que había estado ignorando —Admite con algo de culpa —Los Aishi son despreciables, así que me disculpo por haberte dado ese apellido, era joven y me dejé llevar por el inmenso amor que le tenía a tu madre.

¿Es una broma?... Porque no me hace graciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora