Trever se enrolló en una manta térmica y se sentó con la espalda contra un peñasco pulido por el hielo. Su respiración se congelaba en el aire, echó algunas nubes y observó disiparse el vapor. Lo hizo otra vez. Luego cerró un ojo y trató de adivinar dónde terminaba el hielo y comenzaba el lago congelado. Nunca un momento aburrido.
Ferus lo había dejado atrás otra vez, justo cuando esto prometía algo de acción, lo relegaban como un patín de entrenamiento. No lo había esperado. Cuando se coló a bordo del crucero, no sabía qué esperar, pero ciertamente no era esto. Solo quería escapar de su mundo natal y del Imperio, y en lugar de eso, estaba enredado con los Jedi. De acuerdo, había podido ver un poco de la galaxia, pero ir por ahí con un héroe de la resistencia y un Jedi seguro que no pagaba bien. Para Trever, la aventura debería significar algún tipo de beneficio a lo largo del camino. ¿Para qué más servía el peligro?
¿Quién habría pensado que Ferus resultaría ser tan noble? Todavía le gustaba, pero no se inscribió para ser la luna de su planeta. Trever masticó un comprimido de proteínas. Tal vez debería separarse de estos tipos y encontrar un planeta bonito en alguna parte, algún lugar en el Borde Exterior donde el alcance del Imperio no fuera tan posesivo. Algún lugar decente que pidiera a gritos un poco de acción de mercado negro, donde podría comprar y vender en paz. Algún lugar donde un inofensivo ladrón como él pudiera procurarse una vida honesta sin una bota imperial en su cara.
¿Era eso un crujido del hielo o una pisada? Trever dejó de masticar su comprimido. Ciertamente no podía haber sido el viento removiendo inexistentes hojas en este yermo congelado de planeta. No, definitivamente era lo que pensó que era… una pisada.
Enrollándose más seguramente en el camuflaje de la manta térmica, se deslizó detrás de un peñasco. Directamente debajo de él, un estrecho camino se curvaba alrededor de la ladera. En otro segundo vio dos soldados de asalto en algún tipo de traje de nieve, caminando hacia él.
Vio de inmediato que no estaban buscando nada. Eran simplemente dos soldados recorriendo un perímetro, haciendo un trabajo aburrido. Pero no estaban en ninguna parte cercana a su base. Y eso significaba que habían dejado un vehículo cerca en alguna parte. Lo cual podía ser una situación muy interesante.
Silenciosamente, Trever salió de la manta térmica. Esperó hasta que los soldados de asalto hubieron desaparecido de la vista y entonces bajó por la ladera. Caminó con dificultad a través de la nieve, dirigiéndose por donde los soldados de asalto habían venido.
No le llevó mucho encontrar su transporte. Trever dejó escapar un silbido bajo. Dulce. Era un pequeño crucero espacial. Sin duda estaba equipado bastante bien. Podría tomar alguna comida decente, tal vez unas cuantas herramientas o un impulsor auxiliar fácilmente extraíble… solamente algunas cosas que no notarían si desaparecían.
La rampa todavía estaba bajada. Hablando de una graciosa invitación. Trever subió por la rampa y se deslizó al interior de la nave.
Primero asaltó la cocina de la nave y devoró algo de comida mientras buscaba. Se guardó un cortador de fusión completamente nuevo en el bolsillo —nunca sabes cuándo podrías necesitarlo— así como un pequeño par de electrobinoculares. Tomó un par de puñados de brocas para el cortador de fusión, por si acaso.
Vaciló ante un sensor tracomp, pero decidió que podrían echarlo en falta. No quería dejar ninguna evidencia de su presencia. Pero se metió en el bolsillo un puñado de cargadores alfa-plus que encontró en una caja de herramientas. Eran explosivos potentes, normalmente usados en minería. Sin duda los soldados los necesitaban para volar cualquier roca que se interpusiera en su camino.
Trever pensó que habría al menos un par de créditos tirados por ahí, o alguna clase de moneda en curso portátil. Ni siquiera había un chip de crédito que meterse en el bolsillo. Pero sus bolsillos estaban hinchados de todas formas, y era hora de irse.
Repentinamente escuchó el crepitar de un transmisor. Los soldados de asalto estaban regresando. Trever miró hacia afuera. Todavía no estaban a la vista.
Estaba a punto de bajar corriendo por la rampa cuando advirtió por el rabillo del ojo que un transporte estaba aterrizando. Le verían si salía ahora. Maldiciendo su mala suerte, Trever se retiró hacia atrás y se quedó rondando por la parte superior de la rampa.
Los soldados de asalto se aproximaron a la nueva nave mientras ésta aterrizaba. El techo de la cabina del piloto se abrió y Trever oyó claramente al oficial del interior preguntar:
—¿Algo inusual?
—Nada que informar —dijo uno de los soldados.
—Regresen a la base. Escenario de ataque siete en marcha.
—¿Otro ejercicio?
—Negativo. Una nave fue divisada. El barrido indicó una forma de vida cerca de las afueras de la cueva. ¿Están seguros de que no han visto nada inusual?
—Sí, estamos seguros.
Justo entonces, una de las brocas guardadas en el bolsillo de la túnica de Trever cayó. Rebotó con un sonido metálico y después bajó rodando por la rampa.
Sabía que no valía la pena ser tan codicioso.
Hubo una pausa de una fracción de segundo. Después los soldados de asalto se giraron, escaneando el área. Los sensores de sus cascos destellaron en rojo cuando se fijaron en él.
Fueron a la carga, con sus blásters apuntando directamente a Trever.
Rápidamente cerró la rampa y se metió en la cabina del piloto. Una vez había ganado una competición de puenteado entre los ladrones más jóvenes de Bellassa. Ahora redujo a la mitad su tiempo récord. Era hora de dar un paseo.
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The last Jedi : Dark Warning
Science FictionObi-Wan Kenobi está en una misión. Junto al ex-aprendiz Jedi Ferus Olin y un muchacho cabeza dura llamado Trever, está intentando mantener el secreto más importante de los Jedi a salvo del inquisitivo Imperio. Con Boba Fett siguiendo su rastro y que...