Capitulo Siete

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Los cazas les ganaban terreno. El primer misil salió disparado del caza delantero. Raina movió la nave de izquierda a derecha, llevándolos por un rumbo zigzagueante que provocó mareos. El misil les sobrepasó por la derecha.

—¿Algún voluntario para el puesto de artillero? —preguntó Toma—. Pulsó un interruptor, y los puestos de artillería se abrieron debajo de la cabina. Ferus y Obi-Wan corrieron hacia los puestos delanteros de artillería y se colocaron tras las armas. Esperaron hasta que los cazas estuvieron a tiro. Ferus sintió la Fuerza reunirse y crecer mientras golpeaban los cazas tras ellos.

Pero los cazas eran implacables, y llegaron más desde la superficie. Estaba claro que los comandantes imperiales sabían que Toma había escapado en esa nave. Los cazas se acercaban a toda velocidad hacia ella, agrupándose y reagrupándose, y golpeando la nave con fuego. Recibieron un golpe, después otro.

—¡Tenemos que perderlos! —gritó Ferus.

Inclinándose sobre el ordenador de navegación, Toma negó con la cabeza.

—Ahora estamos en el espacio profundo. No hay sistemas vecinos.

—Recházalos un minuto —le dijo Obi-Wan a Ferus, antes de correr de regreso a la cabina. Ferus le vio por el rabillo del ojo. ¿Qué pretendía?

—Tengo una idea —le dijo Obi-Wan a Toma. Rápidamente se inclinó sobre el ordenador de navegación, haciendo una búsqueda amplia del área—. De camino a Acherin quedamos atrapados en un túnel estelar de aceleración. Del tipo que gira sin control en una vasta tormenta atmosférica.

—¿Y quieres encontrar la tormenta?

Obi-Wan alzó la mirada hacia él.

—Es un lugar para perder a los cazas. Somos más pesados y más resistentes. ¿Cuánto confías en tu nave?

—Confío en mi nave —dijo Toma. Miró a Raina—. Confío más en mi piloto.

—Aquí —Obi-Wan encontró lo que estaba buscando—. Si podemos rechazarlos sólo un poco más, podemos conseguirlo.

—Iré a máxima velocidad —dijo Raina.

Obi-Wan regresó al puesto de artillero. Mantuvieron una descarga constante de fuego. Raina voló rápido en una serie de círculos y vueltas vertiginosas.

La nave empezó a estremecerse alarmantemente.

—Súbete a esa tormenta —dijo Toma. Silbó—. Es una de las malas. He obtenido indicaciones de desgarrones y corrientes espaciales.

Los desgarrones espaciales podían hacer trizas un crucero de clase A, si el piloto no era cuidadoso. A la vista de desgarrones, los pilotos estaban contentos de tomar desvíos de miles de kilómetros si tenían que hacerlo.

—Todavía podemos rodearlo —dijo Toma.

Raina apretó los dientes. —No. Ésta es la única forma de quitárnoslos de encima. Obi-Wan tiene razón.

Volaron directamente hacia la tormenta atmosférica. La sacudida de la nave se convirtió en una violenta acometida.

—Ella puede resistirlo —le dijo Toma a un Trever visiblemente nervioso—. La nave es de doble casco y triple remache. Tenemos respaldos en cada sistema. Lo construí yo mismo durante las Guerras Clon. No es una nave estelar ordinaria.

—Ésta no es una tormenta ordinaria —dijo Trever mientras un desgarrón espacial les golpeaba de costado.

Trever patinó a través del suelo de la cabina y se detuvo contra la consola. Toma le agarró y le sujetó.

Una corriente de energía los envió girando sin control. Raina se movió con el giro, dejando que la nave encontrara su propio equilibrio.

—El truco con estos cambios de energía es oponerse a ellos lo menos posible —dijo ella.

Ferus tuvo que admirar su audacia. La cosa más difícil para un piloto era dejar que la nave tomase el control. Raina observó los indicadores, con mirada estable, sin interferir con el intento de la nave de enderezarse a sí misma. No hacía ningún bien disparar los cañones. Estaban girando demasiado a lo loco.

—Los cazas se retiran —dijo Ferus—. Están más asustados de la tormenta que de su almirante. —O si no, pensó privadamente, se imaginan que estamos condenados.

Raina comenzó a tomar el mando de los controles de nuevo, deslizando la nave a través de la tormenta. Volaron sin cesar, golpeados por corrientes de energía que los absorbían en vórtices y los lanzaban como gotitas de agua. La nave se tambaleaba y daba bandazos, algunas veces a punto de atascar los motores. Ferus comenzó a preocuparse cuando se dio cuenta que Raina parecía preocupada.

—Estamos casi fuera —dijo Toma con alivio.

El paseo se suavizó, pero repentinamente no pudieron ver nada. Era como si una cortina hubiese caído sobre el ventanal de la cabina. Habían entrado en una nube atmosférica tan densa que el espacio del exterior era simplemente una masa gris y enturbiada.

—Ni los sensores pueden penetrar esto —dijo Raina—. No puedo obtener ninguna lectura. Debe de haber algún tipo de campo de energía…

De repente Ferus sintió surgir algo, una advertencia.

—Ferus… —dijo Obi-Wan.

—Lo sentí. —Forzó su vista hacia delante.

Repentinamente un asteroide surgió amenazadoramente delante, aparentemente lo suficiente cerca como para tocarlo. Había aparecido sin previo aviso y se dirigían directamente hacia él.

—¡Cuidado! —gritó Trever. Raina invirtió la velocidad. Justo a tiempo, la nave retrocedió, y pasaron a escasos metros por encima de la agujereada superficie mientras ella buscaba desesperadamente

un lugar para aterrizar.

—Allí —dijo Obi-Wan señalando.

Raina examinó rápidamente el suelo rocoso y colocó amablemente la nave sobre una roca grande y plana.

Raina miró con atención a través de la carlinga de la cabina.

—¿Dónde estamos?

Toma escudriñó el ordenador de navegación.

—Este asteroide debería aparecer en los mapas estelares. Es bastante grande, y tiene una atmósfera. Pero no hay rastro de él.

Obi-Wan activó la carlinga y se alzó hacia fuera. Miró hacia arriba. El cielo era una densa neblina azul. No podía ver ni una estrella.

—Creo que este asteroide está atrapado en el campo de fuerza de la tormenta — dijo—. No puede liberarse, así que viaja constantemente cuando viaja la tormenta.

—Y los cruceros evitan la tormenta, por lo que el asteroide no está en los mapas — dijo Ferus, alzándose y saliendo por la cabina colocándose al lado de Obi-Wan—. Echemos un vistazo alrededor.

Exploraron el área alrededor de la nave, pero todo lo que encontraron fueron cráteres y polvo.

—Al menos estamos a salvo —dijo Raina. Se desperezó—. Y yo podría tomarme un descanso.

—Sí, ser golpeado por los cazas del Imperio y después pulverizado por una tormenta galáctica te hace quererlo —dijo Trever—. Sin mencionar que nos saltamos el almuerzo.

Raina se rió y pasó un brazo alrededor de Trever.

—Estás empezando a gustarme, chico.

—Seguro, como el musgo de duende —dijo Trever.

Raina y Trever se dirigieron a preparar un refugio. Toma se giró hacia Obi-Wan.

—Ha estado esperando para hablar conmigo —dijo.

—Sí —dijo Obi-Wan—. Hábleme sobre la muerte de Garen Muln.

Toma parecía sobresaltado.

—¿Muerte? —dijo—. Pero si Garen Muln no está muerto… está vivo.

The last Jedi : Dark WarningDonde viven las historias. Descúbrelo ahora