Cuando me miras así ¿qué es lo que esperabas?

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Siente como si algo más estuviera cocinándose a fuego lento en su mente. Normalmente le gustan las respuestas y soluciones sencillas que suelen, además, llegar rápidamente a su conciencia. Ahora siente como si las ideas sólo se enredaran entre sí, golpeando unas con otras, incapaces de tomar forma; o cuando alguna parecía tener sentido simplemente se quedaba atascada ahí, o si está tan clara, Zoro siente que está en otro lenguaje, uno que es incapaz de comprender.

Entiende lo básico, suele no dejar que las cosas vayan más allá, y las tiene rápidamente, pero ahora es complicado de algún modo que empieza a frustrarlo.

Las cosas están cambiando, como cuando el apetito sexual se dispara al ver al cocinero cocinar cuando decide pasar su mañana allí, con la excusa de huir del calor del sol. Puede decir, a diferencia de antes, que solía necesitar algo más que eso para saltar sobre él y arriesgarse a que la tripulación los descubriera. Incluso reconoce los pantalones esos que utiliza, esos que son un poco más ajustados y tienen unos pliegues que bajan dibujando los redondos glúteos que, cuando los ve Zoro podía decir por seguro que ese día, en algún momento, terminarían enredados en el nido de cuervos, en el piso de la cocina, o en el frío almacén, donde el deseo los hiciera tropezar primero. Esos pantalones son los favoritos de Zoro, porque Sanji suele utilizarlos cuando hace calor, y aun así nunca fueron suficientes sólo para hacer que Zoro se sintiera como si estuviera descendiendo al infierno, antes sólo era calor que se apagaba con unos besos y algo rápido entre los dos. En comparación, ahora son cosas demasiado simples, como calentarse sólo por verlo sonreír cuando acomoda las cosas sobre la mesa para el almuerzo, o cuando lo ve hacer la colada, o cuando utiliza alguno de esos delantales sin motivo alguno. No está mal, lo entiende, está por comprenderlo. No le molesta querer cogérselo por nada, pero en el fondo de su mente sabe que no es sólo eso.

De algún modo sabe que no está mal, pero es un cambio que lo inquieta, que su cuerpo reaccione por cosas que no son, necesariamente, sexuales.

Quizá ahí está el lío; no es tan simple como sólo querer tener sexo.

El sexo nunca fue un problema.

Es como desear compartir sake con él. Así de importante se siente, como si quisiera compartir la última botella de sake que quedara en el mundo con él. Con él.

Es como quedarse mirándolo más de lo (quizá) necesario, cuando sólo está fumando mientras mira el atardecer. No sólo quiere empotrarlo contra cualquier superficie y escuchar su respiración pesada en el suelo; quiere más que sólo eso.

Es como haber llegado al punto de resistencia cuando se trata de alguna necesidad, como si su mente fuera capaz de registrar aquello como si fuera demasiado importante para seguir existiendo.

Pero no sabe exactamente qué es.

No es la primera vez que en su guardia Sanji sube a dejarle comida y sake. No es la primera vez que se sienta y lo mira mientras Zoro termina la serie de levantamiento de pesas que tiene planeado.

No lo es.

Pero esta vez no está seguro de lo que él mismo hará. Es terreno desconocido ahora que tiene la cabeza echa un revoltijo y su percepción de todo parece distorsionarse. Y se ve mucho más peligroso que pensar en una pelea a muerte contra el mismo Mihawk. Sería mucho más sencillo de ese modo, con las cosas claras. Pero en ese momento no hay mucho que pueda hacer, salvo zambullirse en ese océano de aguas desconocidas con las que mira Sanji en su dirección.

Algo entre nosotros - ZoSanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora