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Zoro vuelve en sí, con los parpados aún cerrados se hace consciente de la naturaleza afuera y la luz de la mañana iluminando ya la habitación, el calor de las piernas delgadas enredadas con las suyas, revolviendo todo y poniendo todo totalmente de cabeza, otra vez. Y qué bien se sentía tener un desorden palpitante en su pecho y, entre sus brazos, a Sanji.
Qué sensación tan bonita.
Con una sonrisa leve en la cara abre los ojos lentamente, esperando que lo primero que sus ojos capten sea el rostro de Sanji durmiendo plácidamente. Sin embargo, se encuentra con la mirada azul y la cara totalmente sonriente de Sanji.
Zoro brinca en su lugar, alejando al cocinero que se parte de la risa.
—Es increíble ver un marimo sonrojarse —dijo mientras se deshacían de lo enredados que estaban—, quizá debería anotarlo en mi libreta como un descubri...
—¡Cállate, cocinero idiota!
La risa de Sanji sólo empeora y recogiendo sus prendas de vestir ingresa rápidamente a la ducha, dejando atrás a un Zoro incapaz de rearmarse después del susto. Susto porque Sanji descubriera las tonterías que tiene en mente ahora mismo, porque no sea Zoro quien esté observando más de lo que debería, más de lo que se le permite.
Y qué ganas de decirle. Se lo diría, ojalá ese mismo día.
Como una ola gigante llega todo lo que hicieron la noche pasada, otra vez, la calidez de Sanji y, ahora, todavía de buen humor, sin planes que los apresuren; sin Sanji intentando escapar de Zoro.
Qué ganas de quedarse ahí, entre esas paredes de madera vieja, con cuadros del alcalde y otros rostros que no reconoce, sobre esa pequeña cama que apenas pudo contenerlos durante y después de que se unieran, crujiendo al borde de colapsar como ellos, las viejas sábanas y las desteñidas cortinas rojas que adornan la ventana, un viejo velador que apenas tiene un jarrón con una flor casi marchita. Zoro sabe que jamás olvidará ese lugar, el lugar donde dejó a sus emociones desbordarse y dejarse cubrir por las emociones de un Sanji tan suave, cariñoso y alegre, invitándole a pasar, definitivamente, la mejor noche de su vida.
Ahora no importa si es un desastre emocional goteando desesperación por todas partes. Lo único que importa es que siente, que está vivo y abrumado por la forma en la que el sentimiento lo ha derretido hasta no poder hallarse a sí mismo en medio del charquito de miel y cosas cursis que lo tienen atrapado, ahogándolo en las profundidades de la impotencia e incomprensión. (Incluso ha sentido cómo las ganas de llorar se van acumulando, porque es insoportable. Aunque no sabe si es porque realmente se debe sentir de ese modo o porque se trata de Sanji que se siente de ese modo.)
—Oye musgo —ya no es musguito—, ve a bañarte, muero de hambre —ordena un Sanji bien vestido, todavía descalzo y secándose el pelo con una toalla, mientras hace malabares para encender un cigarrillo.
—No me des órdenes, rizado —perezoso se pone de pie y se estira mientras va hacia la ducha, pillando a Sanji recorrerlo con la mirada—. Quiero sake.
Cuando Zoro sale de la ducha encuentra a Sanji sentado en el alféizar de la ventana fumando tranquilamente, apoyando la cabeza en el vidrio, con los ojos cerrados y una sonrisa tonta bailando en sus labios. En su corazón, sería la imagen que Zoro atesorará entre las más bonitas que sus ojos han visto.
Además, Zoro pensó que, si Sanji saliera justo así en los carteles de recompensa, definitivamente guardaría en secreto una copia, a falta de fotos, valentía para pedirla y, además, el seguro rechazo de Sanji a su petición.

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Algo entre nosotros - ZoSan
ФанфикCuando los sentimientos han estado ahí, cuando el amor se ha estado construyendo, y cuando no es sencillo ver lo evidente.