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Ha estado algo inseguro por lo que hará, pero lo hace de todos modos.
Al volver del mercado y habiendo dejado todo en orden mientras tenía la cabeza llena de tonterías, termina de ducharse y mira el traje que ha comprado para alguna ocasión en especial.
Y no, es noche no es una en la que debería detenerse a pensar especialmente. Zoro ya debía estar esperando bastante. Además, debía comprar la cena del pequeño restaurante que vio al pasar.
El idiota ese seguramente se fue sin comer nada.
Es sólo que hay una fila horrible y, aunque tiene ganas de marcharse de allí, se queda, porque suele probar mucha comida en su compañía. Zoro suele quedarse comiendo mirándole y escuchando lo que sea que diga aún si no es capaz de entender del todo.
Y no quiere que sea diferente.
Al menos agradece no haber sido demasiado aventado y salir del barco sin abrigo, porque el cernidillo cae lentamente y el cielo nublado empieza a hacerse más denso. Ojalá Zoro no se fuera pensando que se fue por ahí con alguien más, porque sinceramente (aunque le cuesta admitirlo) no puede sacarse a Zoro de la mente últimamente.
De cualquier modo, iría a buscarlo a todos los bares y sacarlo a patadas en el caso de que haya decidido abandonarlo esa noche.
Cuando ve la esquina de la zona que vio con varios hospedajes, sonríe escondido entre las solapas de su abrigo. Ya no faltaba nada para verlo. Todavía tiene el cabello húmedo por la ducha y ahora el cernidillo no lo ayuda en absoluto.
Quería verse bien, pero el viento no colabora cuando desordena su cabello y Sanji se resigna encogiéndose de hombros mentalmente. Ha hecho todo lo posible para verse bien, ojalá Zoro no sea sólo un salvaje y lo arruine sin disfrutarlo antes.
Cuando está a pocos pasos de entrar en la calle principal que vio durante la tarde, un rayo cruza el cielo y la luz desaparece instantáneamente. Pero vuelve al instante al girar la esquina.
Parece cosa de una mente adormecida por el alcohol y cigarrillos, pero apenas ha fumado uno en todo el día y no ha probado una sola gota de alcohol. Sin embargo, cuando las luces vuelven de a poco iluminando su paso hasta donde puede ver la figura de Zoro apoyada sobre la pared de una posada. Parece mágico cuando sus miradas golpean y Sanji cree que otro rayo ha caído atravesándolo de cabeza hasta sus pies.
Se ha estado sintiendo de este modo, como si su cerebro estuviera idiotizado, últimamente. La noche pasada Zoro se quedó a hacerle compañía incluso cuando moría de sueño y Sanji ha estado cocinándose a fuego lento desde entonces.
Al inicio todo era explosivo, cada encuentro fugaz y rápido por lo fascinados que estaban por lo recién descubierto. Ahora disfrutan más, ahora que no hay presura y han descubierto que pueden ir lentamente, que explorar es mucho mejor que tomar, que coquetear es parte de juego que tienen. Aunque no debería ser de ese modo.
Pero lo que ha estado pinchando su mente no es eso, es lo que hace Zoro, es su existencia misma, y la forma en la que Sanji responde, puede ser de la peor forma, porque juegan duro y salvajemente, pero puede ser cálido y cuidadoso sin saberlo y Sanji no sabe qué hacer consigo mismo cuando es de ese modo. A veces se ha descubierto deseando que sólo sea la parte salvaje con la que puede lidiar sin volverse un charco de desesperación emociones melosas en la boca del estómago.
—Traje algo para cenar —Sanji frunce el ceño al no recibir respuesta alguna— ¡Ey! —chasquea los dedos delante de la cara de Zoro— ¿Qué carajos? ¿Me escuchas, estás ahí?
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Algo entre nosotros - ZoSan
أدب الهواةCuando los sentimientos han estado ahí, cuando el amor se ha estado construyendo, y cuando no es sencillo ver lo evidente.