Antes de que se rompa algo que no pueda ser arreglado

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Zoro lleva descontando el tiempo que le resta para ver a Sanji. No tiene idea de cuánto falta, sólo que se elonga impiadoso cuando llega el anochecer.

Al inicio fue mucho más tortuoso, saber que Sanji podría dejar la tripulación le tuvo durmiendo pocas horas por la noche, pasando casi todo el tiempo en vela mirando la luna y las estrellas que miraron tantas veces juntos (aunque con este cielo lleno de humo era difícil verlos), preguntándose si él también le piensa del mismo modo que Zoro hace.

Su alma está inundada de dudas e inseguridad.

El entrenamiento y las nuevas técnicas que desea tener en su arsenal son un único medio de escape de las preguntas sinfín que rondan y muerden cada que se descuida y tiene la guardia baja.

Cuando está perdido y metido en un lío que no tiene remedio, se encuentra con Luffy y el miedo que estuvo royendo sus huesos, mezclado con la felicidad de volver a verlo, lo dejaron con una sensación menos amarga en sus entrañas. Sanji también regresó con ellos. No dijo nada sobre una esposa o algo, de ser así, seguramente lo habría mencionado, siendo como es, no sabe mentir ni guardar secretos.

Entonces todavía hay oportunidad de preguntar y no quedarse sólo con las respuestas que su instinto bien conoce.

Han sucedido muchas cosas y todavía ocurren. Una guerra está a la vuelta de la esquina y nada es claro aún, aun cuando tienen un plan bien elaborado. Además, conociendo a Luffy, sabe que nada irá como planificaron, o tuvieron la ilusión de que sería, incluso lo suyo ya dejó de ser como planificaron que sería.

Todo este tiempo ha sentido que no sabe mucho o nada de lo que ocurre en Wano, incluso cuando está ahí ya un tiempo. Ha visto y ha estado en los mejores lugares y los más pobres. Ha aguantado las ganas de hacer algo al respecto, esperando a que todo su equipo y el día del festival del fuego lleguen para llevar a cabo el plan.

Ha conocido todo tipo de gente, los ha visto en las peores circunstancias que podría imaginar y aun así mantenían una sonrisa sincera en sus rostros.

Siente la nostalgia por todas partes, la tierra seca grita sus buenos tiempos sin voz, las casas abandonadas claman porque vieron mejores tiempos y acogieron a gente de buen corazón entre sus paredes y bajo su techo, los ojos apagados y sin brillo de la gente, sin esperanza, esperando el final mientras sobreviven cada día.

Zoro siente esa nostalgia invadiéndolo cada que se sienta a ver el anochecer o el atardecer bajo un árbol. Zoro siente que también ha visto mejores días.

Esa noche en especial, cuando Zoro puede ver un par de estrellas traviesas y rebeldes por el cielo, un par de estrellas que lograron escapar y mostrarse con fuerza incluso cuando el cielo contaminado no deja que vean nada más que su triste humo. El sueño, como muchas noches, ha huido de él.

La sirena de la alarma continúa sonando en su cabeza, y no ha encontrado la forma de apagarla.

Se siente como si estuviera descontando, pero no hay un límite que lo espere, no hay un cero al cual llegar. El conteo se reinicia cada mañana, y la espera juega una mala jugada cuando cierra los ojos y puede ver las claras aguas del mar desde las pequeñas ventanas del Merry. La añoranza es una nueva emoción, jamás la había sentido así, como si fuera a asfixiarlo. Ni siquiera el par de años lejos de Sanji fueron tan torturantes, porque no había nada que esperar, no había promesas implícitas entre los dos.

Al despertar por el ruido de la puerta de la cabaña abriéndose, siente el cuerpo cálido y delgado a su lado, mientras ve a Brook hacer un escándalo. La mujer y la niña a las que ayudó día antes están durmiendo sobre él.

Algo entre nosotros - ZoSanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora