25 | Desinhibiciones oportunas

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24 de marzo

—Te amo —digo con los ojos cerrados y, cuando los vuelvo a abrir, todo gira un poco a mi alrededor—. Te amo mucho.

Siento los hombros de Jamie bajo las palmas de mi mano crecer en tensión al escucharme. Pero a pesar de eso, sus manos no se despegan de mí y sostienen mi cuerpo cuando este se inclina hacia atrás en contra de mi voluntad, casi haciéndome caer del sillón.

—Estás borracha —habla luego de unos segundos.

No es mentira, estoy absolutamente borracha y puede que mañana me arrepienta un poco de lo que he dicho, no porque sea mentira, sino porque el momento podría ser algo inoportuno. Mucho más teniendo en cuenta que ni siquiera me está tomando en serio por culpa del alcohol.

—Estoy borracha y te amo —intento acercarme a su rostro para juntar nuestros labios, pero termino besando su mandíbula a causa de mi descoordinación.

Me río, pero él no lo hace, pero como mi objetivo en esta relación es ignorar el hecho de que bien podría estar saliendo con un Grinch gruñón, voy dejando pequeños besos sobre su rostro.

—Está bien —habla por fin y se aleja un poco para poder mirarme—, veamos si sigues sintiendo eso mañana —me levanta de mi lugar sobre el respaldo del sillón y, por inercia, enredo mis piernas en su cadera—. Ahora mejor vamos a llevarte a dormir.

Comienza a caminar en dirección a mi habitación cargando conmigo y enredo mis brazos alrededor de su cuello mientras recuesto la cabeza sobre su hombro. Ni siquiera dejando lugar en mi cerebro para la preocupación de que todo quedará desordenado y deberé limpiar aún con la resaca que sé que tendré mañana.

—Sentía esto antes de estar ebria —hablo con los ojos cerrados—. ¿Acaso nunca escuchaste la frase de que los niños ebrios siempre dicen la verdad?

—No creo que la frase diga eso —dice mientras abre la puerta de mi habitación y me apuro a bajar de él.

Miro a mi alrededor buscando a Chester, ya que aquí lo he encerrado antes de que vengan todos los invitados. Los lugares con desconocidos lo estresan, quedarse en mi habitación solo, rodeado de mis cosas era lo mejor para él. Pero no lo encuentro.

—¿Puedes fijarte si Chester está en el closet? —pregunto y me recuesto de la cama como una estrella de mar; todo me da vueltas.

—Está aquí —dice y levanto mi cabeza justo para ver a Chester saltar de su escondite al ser descubierto e irse por la puerta con dirección a la sala.

Supongo que irá a investigar todo el desorden que hicimos en su ausencia y luego seguirá durmiendo en su lugar favorito, el sillón.

—No te duermas —me advierte Jamie cuando mis ojos permanecen cerrados por mucho tiempo—, ¿O quieres dormirte con esa ropa?

Sin esperar respuesta de mi parte, comienza a quitarme los zapatos.

—¿Ves porqué te amo? —murmuro mirándolo con los ojos entrecerrados— Puede que seas uno de los millonarios más importantes del país y estás aquí quitándome los zapatos.

—¿Entonces todo se trata de los zapatos? —pregunta dejándolos a un lado y luego busca mi ropa de dormir y viene hacia mí.

—Se trata de las acciones.

—Solo son zapatos —le resta importancia y me ayuda a sentarme.

Me quita la incómoda falda y la reemplaza por unos shorts que tienen pequeñas zanahorias estampadas por todos lados. Ridículo, pero me gustan los pijamas con dibujos tontos.

Dulce Mentira NavideñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora