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7 de enero
Mientras como mi almuerzo sola, luego de una larga mañana repleta de minucioso trabajo, me tomo un momento para chequear los e-mails que no he tenido tiempo de responder con anterioridad.
La última semana ha sido difícil, por describirla de manera sencilla. La investigación de la vacuna ha tenido demasiados avances gracias al tiempo invertido de todo el equipo de trabajo, pero he tenido que resignar horas de sueño y de ocio en casa para poder estar al día con todo. Dentro de dos semanas será la presentación oficial en un congreso de la salud, en donde se postularán las dos vacunas que se han estado creando en paralelo, la nuestra y otra de una universidad suiza.
Si queremos que la OMS finalmente seleccione la nuestra, debe ser la mejor. Sin puntos dejados al aire, sin errores tontos ni dificultades de cualquier tipo. Prever todo eso, estar en cada detalle para que la vacuna final sea la perfecta y la seleccionada para ser repartida a nivel mundial, no debe haber ni un fallo. Pero para conseguirlo, no solo se necesita de horas eternas invertidas en el laboratorio, lo esencial es una química de trabajo excelente y ejecutada a la perfección.
Cuento con la suerte de que mi equipo es de lo mejor que tenemos en materia de investigadores. Somos eficaces, buenos en nuestro trabajo y estamos abiertos a las sugerencias del otro. Sabemos trabajar en equipo.
Todo augura cosas buenas, pero es agotador en niveles exorbitantes el trabajo que estamos desempeñando.
Ayer fue el día en el que mis padres volvieron de sus vacaciones, por lo que me permití una noche de cena con ellos. Casi cuatro semanas sin verlos fue algo parecido a la eternidad. Pero ese tiempo que me tomé, significó sacrificar el momento que suelo usar para responder e-mails, lo que significa que debo hacerlo ahora mismo.
Mientras envío el último correo desde mi ordenador, llevo a mi boca el tenedor cargado del último bocado de mi almuerzo. Suspiro una vez que todo ha sido respondido y cierro mi laptop.
Me sobresalta el ruido de algo siendo apoyado en la mesa, justo a mi lado.
—A que no sabes qué día especial es dentro de poco—Marco dice arrastrando una silla para sentarse, el ruido que me asustó fue el de la bandeja que contiene su almuerzo.
—¿El día de mi muerte? —pregunto, porque estoy tan cansada que ni siquiera sé a qué se refiere.
Hago a un lado mi bandeja vacía y destapo la botella de agua fría, con intención de que beber de ella logre despertarme un poco.
—Para tu mala suerte, no —responde apuñalando su comida con el tenedor—. Mi cumpleaños —maldita sea, lo había olvidado. Agrega a mi ya muy apretada agenda, ir de compras en busca de un regalo para Marco.
Refriego la palma de mi mano por mi rostro mientras un bostezo bastante oportuno me atraviesa.
—Claro que sé que es tu cumpleaños —miento.
—Seguro —responde incrédulo. Creo que el cansancio me ha quitado hasta la capacidad de decir una mentira inocente de forma convincente—. Bonitas ojeras —señala, antes de llevarse a la boca un gran bocado de comida.
—Gracias por notarlo, me he esforzado por lucir ojeras el día de hoy —intento bromear, pero suena con un fastidio que no tenía intenciones de demostrar—. Estuve en la sala de estudios patológicos desde las cinco de la mañana —explico, más tranquila esta vez—. He dormido alrededor de tres horas.
—No te ves bien —comenta observando detenidamente mi rostro. Sus dichos no son algo que tome mal, no viniendo de él, sé que lo dice desde el lado de la preocupación. Sabe cuánto está tomando de mí el proyecto en el que estoy trabajando, pero también entiende la importancia de que todo salga bien.
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Dulce Mentira Navideña
RomanceEmilia no sabía que el hecho de que su familia se fuera de vacaciones en fechas festivas y que su imposibilidad de subirse a aviones, harían de su navidad algo mucho mejor de lo que ella esperaba. Porque cuando la propuesta de fingir con Jamie llega...