10 | ¿Condición infranqueable?

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Y llegamos al final del maratón, muchas gracias por leer, votar y comentar

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11 de enero

Un dolor punzante dentro de mi cabeza me despierta y hace que me  remueva en la cama. Es como si tuviera una obra en construcción justo en el lugar donde debería estar mi cerebro.

Un quejido sale de mis labios ante la luz demasiado intensa que entra por las ventanas. Me giro para que la claridad del día no siga apuñalando mis ojos y, en consecuencia, aumentando mi dolor, pero choco contra el cuerpo de Chester, que se encuentra durmiendo en la almohada, justo al lado de mi cabeza.

Soy consciente de que el dolor de cabeza no me dejará volver a dormir, a pesar de que tengo mucho sueño, el dolor no es algo en lo que pueda evitar pensar ni evadir en mi lucha por volver a conciliar el sueño.

Refriego la palma de mi mano sobre mi rostro, restregando mi frente en un inútil intento por calmar la resaca y tratar de rememorar lo que pasó anoche. No recuerdo del todo cómo llegué aquí anoche. Supongo que Callie fue a buscarme al bar y me ayudó a llegar a mi cama.

Los recuerdos se encuentran borrosos en mi mente. Las imágenes son poco claras y todas salteadas con falta de conexión entre ellas. Vagamente recuerdo a Jamie llegando al bar, sentándose junto a mi e ignorándome. Todo eso se reproduce en mi cerebro como un cortometraje mal hecho. Muchas partes están en blanco, pero rememoro parte del momento en el que me habló para que lo acompañara no sé a qué evento organizado por sus padres. Como si yo fuera una cosa que está obligado a soportar.

La irritación me invade como si sus palabras hubieran sido dichas recién. Mi rabia no ha mermado, a pesar del alcohol y las horas de sueño, ni siquiera la resaca opaca la cólera al rojo vivo que empaña mis ojos.

Puedo asegurar con certeza que le dije que no iría. Me enorgullezco de mi misma porque, a pesar de todos los tragos que había bebido, pude resistirme a él y negarme a ceder.

Con toda la pereza del mundo, quito las mantas que me cubren. Me siento como una mierda. Me pesan los brazos, las piernas y la cabeza. Mis pies están adoloridos por los tacones y necesito un calmante para la resaca ya mismo.

Arrastro mis pies al cuarto de baño que se encuentra justo frente a mi habitación, caminando con ojos cerrados. Conozco el camino de memoria, así que enciendo la luz a ciegas y abro mis ojos lentamente, dándoles tiempo a se acostumbran a la iluminación intensa. Lo primero que vislumbro en el espejo es a mí, con el cabello más que despeinado, y el maquillaje corrido, haciéndome parecer una mala imitación de un mapache.

Lo primero que hago es quitar el maquillaje. Nunca me acuesto sin antes hacerlo y Callie sabe cuánto odio despertarme con maquillaje de la noche anterior en mi rostro, por eso siempre nos desmaquillamos, la una a la otra, cada vez que nos emborrachamos. Quizás caí dormida antes de que pudiera hacerlo.

Siento mi rostro más fresco una vez libre de todo maquillaje una vez que termino y ese es el primer paso para hacerme sentir mejor. El segundo, es cepillarme los dientes. El amargo gusto de la ginebra todavía permanece en mi paladar, revolviéndome el estómago.

Quizás he bebido más de lo que imaginé en un principio. No tenía intenciones de terminar en tan mal estado como para no recordar siquiera como llegué a casa, pero sucede que me dejé llevar en un principio y, cuando llegó Jamie, ese último trago que ordené, no tenía intenciones de pedirlo, pero lo necesitaba si iba a soportar una noche a su lado.

Dulce Mentira NavideñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora