29 | Verdades a medias

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21 de abril

Soy una persona que, cuando pienso algo, no hay forma de hacerme cambiar de opinión. Por ejemplo, el día en el que conocí a Foid, el jefe de investigaciones del laboratorio, creí que era un arrogante sin medida; y lo es, lo que no pude ver fue que también sería alguien completamente insoportable, prepotente y que ejerce abuso de autoridad sobre los empleados a su cargo.

Desde que he comenzado a trabajar aquí, ha amenazado con despedirme una docena de veces, incluso ya dejé de tomármelo en serio. Cuando prometes algo y no lo cumples, con el tiempo tus palabras pierden sentido.

—¿Acaso nunca has hecho una extracción de sangre? —pregunta Foid mirando demasiado de cerca mientras trato de encontrar la vena de una muchacha.

—Claro que sí —digo sin darle mucha importancia—, pero estas venas están un poco complicadas —respondo y luego levanto la mirada para encontrarme con los ojos de la joven a la que estoy masacrando—. No es tu culpa.

—Si tú no puedes, mejor llamar a otro... —comenta mi jefe, con la intención de hacerme sentir incompetente.

Pero es justo en ese instante en el que mi aguja perfora una vena y comienzo a extraer el tubo de sangre que necesito. Foid aprieta los labios en una línea y por fin se va, dejándome tranquila.

Un mes ha transcurrido ya desde la aplicación de la vacuna a los voluntarios, por lo que el día de hoy han sido convocados para una cita con la aguja para extraerles sangre que nos ayude a ver cómo esos anticuerpos han actuado en sus sistemas inmunes. La mañana está transcurriendo tranquila, salvo por el incidente de la vena rebelde que coincidió justo con el momento en el que a mi jefe se le ocurrió hacer su ronda para cerciorarse de que todo estaba en orden.

—Todo listo —digo cubriendo la zona que he pinchado con un algodón—. Gracias por haber participado en el proyecto, fue muy importante para nosotros.

Me despido de la muchacha, repitiendo el mismo discurso que les he repetido a cada una de las personas que ya han pasado por aquí el día de hoy. En verdad la ciencia les está agradecida. Hay gente demasiado temerosa para este tipo de pruebas, porque por lo general todo está muy demonizado; que ellos hayan accedido a esto, es muy valiente.

Una vez que ella sale por la puerta, tomo la lista para ver quién es el siguiente y... suspiro, en algún momento del día iba a ser su turno.

Lo encuentro ocupando uno de los asientos de la sala de espera y me ve en cuento me paro en el marco de la puerta.

—Pasa —le digo y vuelvo a ingresar sin quedarme a ver si me sigue, pero sé que lo hizo cuando escucho el click de la puerta al cerrarse—. Siéntate —señalo la silla sin mirarlo, mientras me ocupo de abrir una nueva aguja para la extracción.

No hemos hablado desde el domingo por la mañana cuando se despertó de su borrachera y nos dijimos un par de cosas. Tampoco ha intentado llamarme, supongo que respetando el pedido que le hice. No tengo idea de cuánto tiempo le tomará estar listo para contar sus secretos, pero no mentiré diciendo que la intriga no me está carcomiendo por dentro como para que eso que se está guardando le haga poner en juego nuestra relación. Supongo que debe ser algo más grande de lo que imaginé y eso me angustia un poco.

¿Cuán grande es la magnitud de sus secretos como para querer protegerlos tanto, incluso si eso significa perderme?

No esperaré toda mi vida por alguien que oculta tantas cosas y no confía en mí para ser su confidente. Yo misma le conté cada cosa de mi vida, mis miedos, mis sueños y mis alegrías, a veces uno se cansa de dar tanto y, a cambio, recibir solo silencios agotadores.

Dulce Mentira NavideñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora