Epílogo

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La navidad siguiente...

—Y ya. Terminamos —exclamo, luego de poner la estrella en la cima del árbol de navidad.

Me giro sobre mi posición en el banquillo sobre el que me encuentro subida, para mirar a Jamie con una sonrisa en mi rostro, pero la borro en el instante en que lo veo leyendo lo que sospecho es un correo electrónico en su teléfono.

—¡Jamie! —digo en voz más alta, haciendo que su mirada se levante de la pantalla— Cuando vinimos aquí me prometiste que no ibas a trabajar y pasarías las vacaciones de navidad como lo que son, vacaciones.

Frunzo mi entrecejo, mientras bajo del banco y él me ayuda tomando mi mano.

Tiro mi mano de su agarre en cuanto mis pies tocan el suelo y me aparto de él. La adicción al trabajo de Jamie se basa más en su vena controladora y querer tener todo bajo su supervisión y la de nadie más. Pero merece un descanso, así sean unos pocos días.

—Solo fue un correo —murmura.

—Un correo se convierte en diez, eso evoluciona en una llamada y todo termina contigo encerrado en la habitación trabajando otra vez —discuto.

Estamos en la cabaña de sus padres, esa a la que vinimos hace justo un año en una posición muy distinta a la de ahora. Parece increíble que un año haya transcurrido ya de toda esa loca aventura a la que fui arrastrada por Marco.

El lugar se encuentra preciosamente decorado con luces y la chimenea crepita, mientras que sobre ella cuelgan las botas navideñas con nuestros nombres en ellas.

El año pasado, en una promesa que rasguñó un poco mi corazón, Dalia dijo que en la siguiente navidad tendría mi propia bota con mi nombre bordado en ella. Y por supuesto que cumplió. Pero en días pasados, eso solo había aumentado mi malestar al saber que lo que tenía con Jamie era solo una mera mentira.

Logré convencer a Jamie para que me ayude a decorar el árbol de navidad. Dalia se ofreció a hacerlo conmigo, pero la detuve diciendo que su hijo sería mi ayudante esta vez. Costó que aceptara, pero, a regañadientes lo convencí con promesas de que sería un trabajo rápido. Aunque en realidad, he hecho casi todo yo sola, él solo se limitó a pasarme los adornos que le pedía.

Jamie sigue aborreciendo la navidad como el día en que lo conocí. No ve nada mágico en la fecha, ni nada celebrable; solo sigue diciendo que es un día más, como cualquier otro. No puedo decir que me enoje, pero el hombre ni siquiera tenía un árbol de navidad, por lo que tuve que arrastrarlo de urgencia a una tienda para comprar uno cuando me enteré. Luego se negó a montarlo, por lo que tuve que hacerlo yo misma, y sin ayuda esa vez.

No sé qué hará con él cuando regresemos, probablemente lo prenda fuego cuando yo no esté allí, pero le compraré otro para la siguiente navidad y creo que, la piromanía de pinos adornados, se convertirá en un círculo sin fin.

Hay cosas que nunca cambiarán, pero sé que algún día lograré que Jamie tenga un motivo para amar la navidad tanto como yo lo hago.

—Solo fue un correo breve —vuelve a decir.

—Prometiste que pasarías tiempo conmigo —casi estoy haciendo pucheros.

La verdad es que las últimas semanas han sido una locura de trabajo para ambos.

Luego de que mi prototipo de vacuna haya sido elegido y se distribuyera a nivel mundial, el laboratorio anunció el plan de financiación de investigaciones individuales, teniéndome a mí como primera beneficiada de esa beca. Por el contrario de lo que creí en un principio, nadie pensó nada malo acerca de que Jamie, mi novio, sea el dueño del laboratorio y que por casualidad yo haya sido elegida como la primera en tener una investigación financiada.

Dulce Mentira NavideñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora