Día 19: Apocalipsis

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El llanto del bebé lleno el lugar haciendo que los dos chicos abrieran los ojos de golpe. Rubén fue el que se acercó, tomando en brazos al pequeño y comenzando a mecerlo para que se calmará mientras Samuel comprobaba por la ventana que nadie los hubiera escuchado

-Ya cariño ¿tuviste una pesadilla?

-Mama- el bebé se acomodó en el pecho del chico, sollozando mientras balbuceaba

-No lo escucharon- acaricio la cabeza del bebé- Pero no creo que sea seguro que sigamos acá, tenemos que seguir

-No hemos parado de caminar por tres días, Spreen está cansado

-Spreen ni siquiera camina, el que está cansado es el flojo de su mamá- Sam se burló ganándose un golpe de Rubius- Tenemos que seguir o no llegaremos al refugio que nos dijeron, además nuestras provisiones se agotaron, tenemos que buscar más

-No me gusta la idea de caminar hasta el centro

-¿Por qué no?- le quitó al bebé levantándolo en brazos- Incluso nos va a acompañar Spreen, nuestro hijo es muy inteligente y valiente

-Papa- Spreen rio estirando los bracitos hacia el pelinegro

-Hablo en serio Sam- tomo su brazo para que pare- Tengo un mal presentimiento

-Chiqui, te preocupas demasiado- beso su frente- Lo haremos como siempre

-Eso es lo que me da miedo, que entres solo mientras yo no puedo hacer nada

-No dejaré que tú y Spreen se pongan en peligro, se quedarán atrás como siempre, te dedicaras a vigilar el perímetro y me avisarás cualquier cosa

-Sam...

-Confía en mi- acaricio su cabello- No permitiré que les pase nada

Rub apretó sus labios sabiendo que no podía hacer cambiar de opinión a su esposo. Samuel se colgó la mochila y se preparó con el arco mientras que Rubén amarró una tela alrededor de su cuerpo para acomodar a Spreen contra su pecho y con un osito de peluche para mantenerlo quieto, también tomo su katana, listo para cualquier cosa

Aunque su hijo aún tenía nueve meses no era como los otros bebés, tal vez era porque había nacido en un mundo apocalíptico o porque su pequeña cabecita entendía la situación en la que se ponían sus padres cada vez que salían a la calle, pero nunca lloraba, nunca hacía ruido, simplemente se quedaba quieto sobre el pecho de su papá, esperando hasta llegar al próximo refugio en donde dormirían. A veces el castaño se ponía a pensar si su hijo hubiera sido así en un mundo normal, dónde esas malditas cosas no existieran

Habían aparecido hace casi cuatro años, recién se había casado con Samuel, habían comprado una pequeña casa para comenzar su vida de familia justo cuando en las noticias anunciaron un virus que hacía que las personas actuarán erráticas y violentas. Comenzó en Estados Unidos y luego se propagó por Europa comenzando por Londres hasta llegar a dónde ellos.

La primera vez que los vieron fueron en su calle, uno de los vecinos salió corriendo como loco diciendo que su mujer le había mordido la cara, la mencionada salió tras él, atacándolo en medio de la pista. Rubén se quedó helado con las compras en la mano, mientras Samuel reaccionó al instante tomando a su esposo y subiéndolo al coche para huir del lugar donde se comenzó a llenar de esas cosas.

Duraron días conduciendo lejos de la ciudad hasta que no hallaron más gasolina y su viaje a pie comenzó. Gracias a su entrenamiento militar por su padre Samuel sabía de supervivencia y armas, así que fue fácil para ellos los primeros meses, incluso el primer año, pero cuando los saqueos, la epidemia masiva y la falta de suministros aparecieron todo se comenzó a complicar

Rubegetta Month 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora