𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏𝟑

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La noche era despejada, una tranquila y despejada noche de varano. El único sonido presente era los quejidos de la pequeña niña de diez años que era arrastrada por el pasillo por su mejor amigo, quien había ido a su habitación y la había obligado a que lo siguiera.

—No puedes quedarte ahí todo el tiempo —le dijo el niño con el esfuerzo marcado en su voz —Dijiste que te emocionaba ver las estrellas este verano, ¿Qué te hizo cambiar de opinión? —la cuestiono volteando su mirada en su dirección. Estaba molesto, tenían una semana en la casa, había esperado tanto tiempo para pasar tiempo con ella, y en cambio ella solo parecía querer practicar en su cuarto.

—Te dije que estoy ocupada —exclamo la menor mientras hacia su mayor esfuerzo por frenar el arrastre con sus pies, pero las zapatillas de ballet no la ayudaban —No puedo perder el tiempo, Conrad, por favor.

Cuando él la escucho nombrarlo de esa manera, con la voz casi rota y llena de desesperación la culpa lo invadió, y detuvo sus pasos causando que ella callera sentada al suelo al seguir tironeando hacia atrás. La observo de nuevo, con su apariencia totalmente rendida, solo sentada en el suelo.

—Tengo que practicar —Siguió ella al notar el silencio en el ambiente —Mi papá sigue molesto conmigo porque no me eligieron para el recital —su voz se quebraba más con cada palabra —Tengo que practicar, debo mejorar para la siguiente audición.

Cuando por fin levanto su mirada -la cual había estado en el suelo desde un principio- él pudo observar las lagrimas en su mejillas, sus ojos rojos cristalizados por las lagrimas que se seguían acumulando. La había visto llorar tantas veces y siempre por lo mismo -Mi papá dice que tengo que mejorara. Papá quiere que me centre más en la danza. Papá esta molesto. Papá dice que no me esfuerzo lo suficiente- y se odiaba a si mismo porque lo único que él podía hacer era consolarla, decirle que todo estaría bien, que ella lo hacía bien.

—Lo has hecho toda la semana —le dijo mientras se agachaba frente a ella, aun sujetándola por la muñeca.

Ella solo negó con desesperación.

—No es suficiente, aun puedo seguir —lo observo, con una mirada llena de suplica —Déjame volver, por favor.

—Shelby —la llamo cuando ella volvió a bajar la mirada, sorprendiéndola por haberla llamado por su nombre, él nunca usaba ese nombre, para él siempre era Bee —Prometo no molestarte mañana, incluso acompañarte durante todo el día, solo haz esto conmigo hoy —le propuso con la voz calmada, pero ella seguía pareciendo indecisa —Dicen que hoy se podrá ver un cometa —volvió a hablar, consiguiendo que ella se interesara.

𝗠𝗘𝗧𝗔𝗡𝗢𝗜𝗡𝗔 - CONRAD FISHERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora