Capítulo 1: Toques Inocentes

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Jeong In se cubrió la cabeza con la almohada, tratando de bloquear el sonido del despertador y los truenos

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Jeong In se cubrió la cabeza con la almohada, tratando de bloquear el sonido del despertador y los truenos. Quería volver a dormir, pero sabía que era inútil. Su mente estaba llena de recuerdos de su padre, de cómo lo abrazaba, lo alentaba, lo hacía reír. Extrañaba su voz, su sonrisa, su presencia. Se sentía solo y abandonado, como si nadie lo entendiera.

Su madre había rehecho su vida con otro hombre, un hombre que no le caía bien. Era frío, distante, autoritario con él, con su cuerpo. No le prestaba atención, ni siquiera le llamaba por su nombre. Le decía "chico" o "niño", como si fuera un extraño cuando su madre estaba cerca, pero cuando ella no estaba todo era un caos, Hyun Jin le lastimaba, le decía que era sólo suyo y le jalaba el brazo, lo rasguñaba, besaba y tocaba por todas partes. Jeong In se sentía sucio, sentía que su cuerpo estaba manchado desde la primer caricia forzada, no sabía cómo continuar, se sentía perdido, exhausto. Y odiaba vivir con él, odiaba compartir el mismo techo, odiaba verlo ocupar el lugar de su padre, lugar que no merecía.

Jeong In se preguntaba si su madre aún lo quería, si aún pensaba en su padre, si aún sentía algo por él. A veces, la veía llorar en silencio, cuando creía que nadie la miraba. Otras veces, la veía reír con su nuevo esposo, como si nada hubiera pasado. JeongIn no sabía qué pensar, qué sentir, qué hacer.

Lo único que quería era escapar de esa casa, de esa vida, de esa realidad. Quería ir al cementerio, donde estaba enterrado su padre, y hablar con él. Quería decirle que lo extrañaba, que lo necesitaba, que lo amaba. Quería pedirle que lo ayudara, que lo guiara, que lo protegiera.

Pero no podía. Tenía que ir al colegio, a enfrentarse a un día de clases aburridas, de profesores exigentes, de compañeros indiferentes, de una academia que consumía cada energía de los estudiantes, preparándolos para rendir el examen final, el examen Suneung, el que determinaría si serían admitidos a la universidad de sus sueños. Tenía que fingir que todo estaba bien, que era un chico normal, que no le pasaba nada. Tenía que sonreír, aunque por dentro estuviera desecho.

Jeong In suspiró y se levantó de la cama, resignado. Apagó el despertador, se duchó, y se vistió con el uniforme. Tomó su mochila y salió de su habitación, sin hacer ruido. Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina, donde su madre y su padrastro desayunaban.

-Buenos días, Jeong In -dijo su madre, con una sonrisa forzada.

-Buenos días, mamá -respondió Jeongin, sin mirarla.

-Buenos días, niño -dijo su padrastro, con una voz áspera.

-Buenos días -murmuró Jeongin, sin mirarlo.

Jeong In tomó un vaso de leche y una tostada, y se sentó en la mesa, lejos de ellos. Comió rápido, sin apetito. No quería estar ahí, no quería hablar con ellos, no quería verlos.

Su madre intentó hacerle conversación, pero él se limitó a responder con monosílabos. Su padrastro lo miró con desprecio, pero no dijo nada. El ambiente era tenso, incómodo, hostil.

Pastelito Travieso || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora