Las ramas de los árboles se mecían al compás del viento, que arrancaba sus hojas secas de tonos otoñales y las esparcía por el suelo. Aunque el sol brillaba en el cielo, sus rayos no lograban calentar el ambiente, y el frío se colaba por cada rincón. Min Ho las miraba a través del ventanal de la vieja cafetería, la única que quedaba en aquella calle olvidada de Seúl, donde ya nadie pasaba. Se sentía solo y nostálgico, aferrado a aquel lugar que había sido el refugio de su amor. Allí solía ir con su prometido, que adoraba los croissants recién hechos y el aroma del café. El silencio le invitaba a cerrar los ojos y evocar los momentos felices que habían compartido. Recordaba su risa cristalina, su mirada dulce, su perfume que el viento traía hasta él. Recordaba su voz suave, preguntándole si quería más café, su gesto cariñoso, entrando en la cafetería con un ramo de flores que había cogido por el camino, su alegría contagiosa, jugando en el jardín frente a la cafetería. Recordaba su risa, solo su risa, la que nunca dejaría de escuchar en su corazón.
Oía su risa resonar en sus oídos, tan viva y clara como si nunca se hubiera ido, como si aún estuviera a su lado. Sentía su presencia envolverlo, tan cerca y real que se sentía desesperado, con un vacío que no podía llenar. Quería salir a correr en busca de él, seguir el rastro de su perfume que el viento le traía, correr hacia el horizonte donde el sol se teñía de rojo, como si Eun Woo lo esperara en el atardecer, en aquel atardecer fatídico que se lo había arrebatado para siempre. Sentía su corazón encogerse de dolor, y las lágrimas brotar de sus ojos, sin poder contenerlas. Todo le parecía tan nuevo, tan vívido, como si estuviera reviviendo el momento otra vez, como si el tiempo se hubiera detenido. Como si las mismas personas que los conocían y los querían estuvieran a su alrededor, como si oyera las mismas voces que los saludaban y los felicitaban detrás suyo, como si todo ocurriera tal cual había ocurrido años atrás, cuando eran felices y no sabían lo que les esperaba. De pronto sintió un escalofrío recorrerle la espalda, abrió los ojos y miró su reloj; 18:30 la hora exacta en que Eun Woo ingresaba por la puerta de la cafetería, sonando la campana con su mano y llamando la atención de todos con su alegría contagiosa.
Se levantó de su asiento, con la esperanza de verlo aparecer, con su sonrisa radiante y sus ojos llenos de amor. Se acercó a la puerta, con el corazón latiendo a mil por hora, con la ilusión de abrazarlo y besarlo una vez más. Pero lo único que vio fue la calle vacía, con las hojas secas bailando al son del viento. Se dio cuenta de que todo había sido una alucinación, un sueño que se desvanecía. Se sintió más solo que nunca, sin nadie que lo consolara, sin nadie que lo entendiera. Se dejó caer al suelo, sollozando sin consuelo, mientras el sol se ponía en el horizonte, llevándose consigo la última luz de su vida.
Miró hacia atrás y se encontró con la cruda realidad, todo estaba desierto, no había nadie, no había sonidos, no había alegría, todo estaba viejo, roto, desordenado, los muebles se desmoronaban y las paredes y los suelos estaban cubiertos de ramas y hojas que entraban por las puertas, pájaros cantaban sobre los muebles, mariposas revoloteaban y había algunas flores creciendo en la isla de la cafetería, todo estaba olvidado, solo el sol que entraba por la puerta trasera ocultándose en el horizonte iluminaba el lugar y un silencio absoluto lo invadía. Sintiéndose angustiado, se llevó la mano al corazón, le dolía, le dolía demasiado. Quería verlo, hablarle, besarlo. Pero sabía que eso era imposible, que él se había marchado para siempre, y que nada ni nadie podría reemplazarlo.
Pero entonces, algo lo distrajo de sus pensamientos. Alguien se inclinó a su lado y le acarició el cabello, soltando una risa suave… Esa risa… tan armoniosa…
Eun Woo.
Levantó la cabeza tan rápido como pudo y se quedó sin palabras, el viento se apaciguó, las hojas se posaron en el suelo lentamente y las flores se erguieron a su alrededor, sus miradas se encontraron, la dulce mirada de Eun Woo no se parecía a la desesperada, triste y agobiada de Min Ho, quien lo miraba sin poder creerlo, como si estuviera viendo al mismo Dios frente a sus ojos.
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Pastelito Travieso || HyunIn
FanficJeong In siempre odió a su madre por olvidarse tan pronto de su padre y casarse con un extraño. Un extraño que resultó ser Hwang Hyun Jin, el arrogante y poderoso magnate del petróleo. Hyun Jin no tenía escrúpulos en aprovecharse de Jeong In, besánd...