— ¿Puedo saber qué pasa contigo? — usó un tono de voz suave, tratando de que ella pudiera percibir lo preocupado que se sentía por sus cambios tan bruscos de actitud.
Kagōme lo miró de soslayo, en completo silencio. Con los brazos cruzados bajo sus pechos. El interior del auto se sentia cálido y olía delicioso sin embargo nada era suficiente para mermar la angustiante necesidad que le estrujaba el pecho pero, la interrogante era ¿Qué necesitaba Kagōme en ese momento?
Claramente su vida nunca volvería a ser como antes. Esa Kagōme ilusa que se emocionaba hasta con el mas mínimo gesto de afecto quedó en el pasado pero estaba luchando contra sus propios demonios para seguir adelante, para seguir luchando, para recuperar un poco de la dignidad que había dejado aquel día, en la habitación de aquel departamento.
Y si las cosas siempre fueron así¿¡A qué regresó!? ¿¡Qué mierda quería!? ¡Oh, por supuesto! Cuando lo tuvo cerca nuevamente se sintió vulnerable. Se convenció que la coraza con la que intentaba proteger su lastimado corazón no era lo suficientemente fuerte como para resistir ese calor que emanaba de su piel. Sesshōmaru era un peligro inminente para su autocontrol. Si flaqueaba aunque solo fuese por un instante, tanto sacrificio, tantas lágrimas para desahogar su dolor, serían en vano y estaría nuevamente entre sus garras.
Volvería a ser esa mujer manejable, esa mujer que solo se preocupaba por satisfacerlo sin pensar en el daño que causaba en los demás; Sango, su madre y... Kōga. Este último tan obstinado, tan aferrado a ella, a pesar de que lo humilló tanto cuando lo miró como un blanco fácil para descargar toda su rabia.
— Solo estoy un poco cansada — contestó después de un largo silencio.
Kōga no se sintió satisfecho con la respuesta. Había notado esa mirada perturbada cuando regresó del baño. Intentaba disimular el temblor en sus manos y volvía esa manía de morderse el labio inferior cuando le daba vueltas y vueltas a algún asunto en su cabeza. Ōkami la conocía y su intuición nunca lo engañaba; eso que atormentaba a Kagōme no era el problema de salud de su madre. Naomi se estaba recuperando, lento pero satisfactoriamente gracias a las medicinas que él se encargaba de enviar cada fin de mes pero aún con tantas interrogantes en su cabeza, lo dejó estar. No iba a insistir, no por ese momento.
Detuvo el auto frente al edificio donde Kagōme vivía con Sango desde que llegó a esa ciudad, cuando tan solo era una adolescente de 16 años que aún creía en príncipes azules. Antes que ella bajara la tomó del brazo y acarició una de sus suaves mejillas. Su mirada celeste conectó con la azul. Se fue acercando poco a poco hasta que sus labios se juntaron. Kagōme sintió el impulso de apartarlo pero cerró fuertemente los ojos y se obligó a corresponder el suave beso. Si no era Kōga¿Entonces quién? Estaba ahí para ella a pesar de toda la mierda que cayó sobre una relación sólida de años. Lo conocía, la conocía. Podría intentarlo. Podría tratar de recuperar ese amor, ese cariño tan devoto que una vez sintió por él.
— ¿Quieres...quieres quedarte conmigo? — preguntó nerviosa y con el rostro rojo.
Kōga le regaló una sonrisa sincera. Sus ojos celestes brillaron intensamente. Meses esperando ese momento que no podría negarce. Jamás podría decirle que no a la mujer que tenía su corazón en sus manos. Ambos bajaron del auto. Las manos de Kagōme se aferraron a la tela del saco que él le había colocado sobre los hombros cuando salieron de la discoteca. El interior del apartamento era cálido y olía a lavanda. Sango había pasado las primeras horas de la noche limpiando para no pensar tanto en la necedad y súplicas del hombre que una vez le quebró el corazón.
Kagōme entró a la habitación seguida de Kōga quien observó con asombro todos los cambios que la azabache había hecho. El color de la paredes eran de un azul profundo al igual que las sábanas que cubrían la amplia cama. La alfombra era color perla. Combinó tan bien con los nuevos muebles.
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Red thread © [Sesshome]
FanfictionCuenta la historia que todos los seres humanos llegamos a este mundo con un hilo rojo invisible amarrado a nuestro dedo meñique que nos conecta con nuestras almas gemelas. El hilo del destino se puede tensar, enredarse más nunca romperse. Nuestros...