— ¿Hasta cuándo le pondrás un alto a esta situación, Kag?
La azabache miró una vez más la sortija en su dedo, incapaz de poder responder la interrogante formulada por su hermana. Se encontraba sentada en el sofá, con las piernas pegadas contra su pecho y con la barbilla puesta en una de sus rodillas. Sango llevaba media hora de pie, en medio de la sala, con los brazos en jarra y con una expresión iracunda.
La castaña estaba harta de que Kagōme se estuviera comportando como una adolescente inmadura. Los fines de semana los pasaba en el apartamento de Sesshōmaru y el resto de los días hacía de cuentas como que si nada ocurría. Actuaba como siempre, como la novia perfecta del doctor Kōga Ōkami. El hijo de una de las familias más influyentes de todo Tokio¿Tan descarada se había vuelto? ¿Tanto amaba a ese hombre como para caer tan bajo por él?
— Termina con todo eso de una puta vez¿Es que no lo ves? ¿No entiendes que la única jodida eres tú?
Los labios de Kagōme continuaban sellados. Su mirada se perdía en algún punto en la pared. No tenía ánimos de nada. Ni siquiera de mover un dedo. Qué podría refutarle a Sango, si ella tenía toda la razón. La Kagōme sensata, la Kagōme decidida, la Kagōme madura se había ido a la mierda aquel día en el aeropuerto. Justo cuando sus ojos se encontraron con los de él.
Sesshōmaru se había llevado todo control, todo entendimiento. Y lo más patético del asunto es que se estaba conformando con las migajas pero también era una estúpida egoísta que no tenía el suficiente valor para soltar definitivamente a Kōga.
Se debatía entre lo correcto y lo inmoral. Sesshōmaru era el fuego que la consumía. Un fuego que la hacía delirar, gemir y pedir más pero Kōga... Kōga era seguridad, estabilidad y bienestar. Sesshōmaru era su infierno y Kōga una simple víctima de su egoísmo. El problema no eran ellos dos, no.
El problema era ella misma y su falta de cojones para poder tomar una decisión y terminar de una puta vez con ese triángulo amoroso. Qué más esperaba, a qué se aferraba. Sesshōmaru seguía ofreciéndole sexo. Si, había notado cierto cambio en su personalidad aún así, no era suficiente. Pero Kagōme tampoco lo quería alejar. Quería seguir disfrutando de su encanto en la cama. De esos momentos apasionados y obscenos.
— Trataré — contestó luego de un largo e incómodo silencio.
Se levantó del sofá y se encerró en su habitación. Se lanzó a su cama y liberó el llanto que le estrujaba el pecho. En qué momento su mundo giraba solo en torno a Sesshōmaru. En qué momento permitió que se adueñara de su vida. En qué momento comenzó a pertenecerle. Tantas preguntas y la única respuesta; lo amaba. El amor que sentía por él le hacía verle como si fuese el centro del universo. Luego de un par de horas se levantó de la cama y revisó el teléfono.
Tenía varias llamadas perdidas de Kōga y unos cuantos mensajes de texto. Lo extraño es que su novio no insistía, ni siquiera llegaba a buscarla pero Kagōme no tenía cabeza para dejarse llevar por conjeturas.
Lo cierto es que Kōga también estaba luchando contra su propio demonio. Kōga también estaba sufriendo las consecuencias de sus acciones. Fue difícil reconocer, aceptar que Ayame le gustaba, si. La pelirroja supo cómo colarse en su interior sin embargo quería nadar contra la corriente y aferrarse a lo seguro.
Tanto Kagōme como Kōga solo se estaban utilizando. Kagōme lo quería a su lado porque creía conocerlo y porque pensaba que era la mejor opción para un buen futuro y Kōga se negaba a soltar lo que tanto le había costado conseguir. Cada uno encerrado en su propio infierno pero luchando por un mismo fin.
Sesshōmaru luchaba contra sus propios sentimientos. No quería aceptar que se estaba enamorando de Kagōme. No quería ser un hombre débil, indeciso y vulnerable pero no era sencillo. La necesidad de ella era mucho más fuerte que su control. Habían transcurrido dos meses desde que regresó de Londres.
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Red thread © [Sesshome]
FanfikceCuenta la historia que todos los seres humanos llegamos a este mundo con un hilo rojo invisible amarrado a nuestro dedo meñique que nos conecta con nuestras almas gemelas. El hilo del destino se puede tensar, enredarse más nunca romperse. Nuestros...