7.

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La resaca era terrible, pero algo dentro de él le susurraba que lo merecía. Un poco de sufrimiento en su cuerpo era justamente lo que necesitaba para bajarlo del pedestal de fama y egocentrismo que se había formado. A veces, un poco de humildad era necesaria.

Pasó la mano por su rostro y sintió todos sus músculos entumecidos. Se había quedado dormido en el suelo de la cocina, y el frío del porcelanato le había congelado los huesos por dentro.

Puso una mano en el suelo y la otra en la heladera, intentando estabilizarse lo suficiente para levantarse. Cuando lo hizo, se sintió mareado.

Fue hacia el baño, encendió el agua caliente, se quitó hasta la última prenda, incluso su anillo y aquel collar que nunca se quitaba, y se metió debajo de la ducha, sintiendo el calor del agua hirviendo quitar cualquier rastro de frío y entumecimiento del cuerpo, aliviando también el horrible dolor de cabeza que apenas lo había dejado pensar desde que se despertó.

Salió de la ducha y se envolvió en una toalla, caminando hacia la habitación y luego hacia el vestidor. Se puso un bóxer y después ropa de casa. Se miró al espejo y notó las ojeras que ocupaban la mitad de su cara; un souvenir de la noche anterior.

Bajó las escaleras, sintiéndose más revitalizado, y luego tomó un ibuprofeno, con la ayuda de un Gatorade que esperaba le ayudara a hidratarse y quitar los rastros que aún quedaban en su cuerpo. Miró la hora y encendió la máquina de café, ignorando el pitido en su cabeza que le pedía que se recostara y pasara el domingo en la cama. Comenzó a hacerse el desayuno y, con un pequeño grito, le pidió a su asistente virtual que le leyera las noticias del día, aunque por dentro desearía no haberlo hecho. De lo único que hablaba era sobre la nueva relación que ahora todo el público parecía conocer.

Debía dejar de buscar noticias sobre él o terminaría volviéndose loco.

Desayunó y sintió el alivio del ibuprofeno llegar a su cabeza, también a sus músculos adoloridos. Cuando pensó que estaba listo para comenzar con su mañana y salir a ver a Sam, el horrible sonido del timbre hizo que el dolor de cabeza volviera, sobre todo cuando la imagen de su asistente personal apareció en la cámara de seguridad de la puerta de la mansión.

— ¿Qué sucede? Creí que tenía el día libre —, mencionó abriéndole la puerta y besando la mejilla del muchacho.

— Lo siento, Harry, pero necesitamos arreglar tu agenda del próximo mes y sumarle los horarios de grabación de la película —, mencionó, caminando hacia la sala y dejando allí el bolso que llevaba, haciéndole saber que el tipo iba a instalarse.

— Necesito que llames a los padres de Sam y coordines la visita con ellos. Necesito ir todos los días a verla y cuidarla en la noche al menos tres veces a la semana, ellos necesitan descansar. Suficiente que tengan a su hija en...

— Déjame detenerte ahí, Harry. No puedes. Entiendo que quieras reivindicarte y que pienses que lo harás estando presente, pero realmente tienes muchas responsabilidades. No puedes sumarle una más. Puedes pagar una enfermera, una cuidadora o la reina de Inglaterra para que esté con Samantha, pero necesitas enfocarte en esto.

— No, seré yo. Yo. Es mi culpa que ella esté ahí, es mi culpa que esos padres no tengan a su hija en casa, es mi culpa que ella no esté feliz trabajando en sus sueños y es mi culpa que su vida esté arruinada y pendiendo de un hilo —, respondió, viendo cómo el hombre encendía la notebook y tocaba la pantalla de su tablet.

— Harry, estarás agotado. No quiero que te exijas más de lo que ya te estás exigiendo, no puedes con todo, amigo.

— Puedo y lo haré. Mi prioridad es Sam.

— Tu prioridad es tu carrera.

— No vas a decirme dónde está mi prioridad, Bobby, pero te agradezco la preocupación. Ahora te pido, como mi asistente y empleado, que acates lo que te acabo de decir como una orden.

The color of her eyes | Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora