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Decir que sus vacaciones habían sido un momento de relajación era una absoluta mentira.

La presencia de Olivia no ayudaba, y mucho menos el tener el constante destello de los paparazzi sobre sus hombros, recordándole que siempre sería cautivo de ellos. Cada vez que intentaba dar un paseo por la playa o incluso salir a correr, podía sentir perfectamente el parpadeo de los flashes sobre su cuerpo, incluso a sus espaldas.

Ahora, además, había que sumarle los videos de las fans que parecían estar persiguiéndolo por todas las calles, obligándolo a tomarle la mano a Olivia e interactuar con ella como si estuvieran en el apogeo de su amor. Ahora ni siquiera podía salir solo, para evitar que los rumores de una crisis se extendieran y los medios se aprovecharan de ello. Estaba encadenado a Olivia Wilde.

Al menos ya no debía besarla a diario; luego del show con baile incluido en el yate, todo el mundo había quedado más que complacido, y no había dudas en la sociedad de que Harry Styles y Olivia Wilde eran una pareja: una rodeada de problemas y rumores, pero una pareja consolidada, en fin, en unas hermosas vacaciones románticas.

Todas mentiras, excepto la parte de los problemas.

— Dije que no. Hoy me quedaré en el hotel, Olivia. Necesito descansar y me estás asfixiando.

— Vamos, Harry, será divertido. A ti te gustan los museos.

— Me encantan los museos, en soledad o en la compañía de una persona que no me ponga los pelos de punta cada vez que respira, Olivia.

— Estás siendo sumamente grosero, Harry.

— Estoy estresado, Olivia, y se suponía que estaba en estas vacaciones para descansar, pero esto parece una tortura — pasó las manos por su cabello. En cualquier momento podría sacar sus rizos entre sus dedos y eso no le sorprendería. Estaba pasando por demasiado y lo único que lo calmaba estaba a cientos de kilómetros de él.

— ¿Prefieres una sala de hospital espantosa que estar en Italia? Por favor, no seas ridículo.

— No tienes idea de lo que estás hablando.

— Por supuesto que la tengo, no soy idiota. Te he estado viendo pendiente de ese teléfono y llamando al hospital cada una hora. Es evidente que no te quieren en esa historia. ¿Acaso debo recordarte por qué esa chica está en una sala de hospital, Styles?

Harry cerró los ojos y respiró profundo.

Culpa.

Hacía tiempo no la sentía, pero con la falta de noticias y el constante pinchazo provocado por las palabras de Olivia, parecía que estaba allí para visitarlo nuevamente.

— No es eso, Olivia. Ellos deben querer que descanse y que aleje mi mente de Sam, pero evidentemente están logrando lo contrario, sobre todo cuando estoy encerrado contigo como un castigo divino.

— ¿Castigo? — ella bufó y luego rió, cruzando sus brazos por encima de su pecho. — Eso es porque deseas verlo de esa forma. Si pudieras sacar tu cabeza de la tierra y ver las posibilidades que tenemos, entonces esto sería una oportunidad para ambos. Pero prefieres estar encadenado a un teléfono que jamás va a sonar.

Harry se levantó de golpe del sofá, que parecía estar absorbiéndolo, y Olivia lo vio alejarse hacia la puerta del piso que estaban alquilando, haciendo resonar la puerta de la habitación como señal clara de que el hombre no quería oírla ni verla por lo que restaba del día.

Al tercer día, Harry estaba a punto de llamar a su asistente para programar un vuelo de vuelta a Los Ángeles.

La falta de noticias y el estrés que estaba viviendo estaba logrando que su ansiedad se lo comiera, y con la convicción de saber que sus vacaciones no eran más que una oportunidad estúpida para seguir con la pantomima de una relación que jamás tuvo pies ni cabeza. Realmente prefería estar encerrado en un hospital, escribiendo y esperando que la mujer de la cama de al lado abriera los ojos y le revelara la respuesta a aquella pregunta que se había estado haciendo desde el día que ella los había cerrado por última vez.

Era obvio que podía averiguarlo. Harry había tenido aquella respuesta tan solo en la punta de sus dedos. Podría haber levantado su párpado y verificarlo. Podría haber hablado con los médicos o incluso solo mirar por el rabillo de sus ojos en uno de los cientos de controles médicos que había presenciado. Sin embargo, se había obligado a prometerse que finalmente esperaría a que Sam se los regalara con el despertar de su sueño profundo.

Al cuarto día, las plegarias de Harry parecieron tener respuesta, porque al abrir los ojos notó que lo que lo había despertado era aquel sonido que había estado esperando escuchar desde hacía varios días. Inmediatamente respondió, aun viendo nublado e intentando traer a su conciencia a la vida luego de una siesta producto del aburrimiento de estar encerrado en una habitación, lejos de cualquier indicio de vida, excepto por la muchacha que le llevaba la comida.

— ¿Cómo está Sam? — fue lo primero que dijo, mientras se sentaba en la cama y sentía todos sus músculos tensarse. No se tomó el tiempo para saludos. No había nada más que quisiera saber, excepto la respuesta a esa pregunta, por más egoísta que fuera.

Cada sentido del hombre parecía haberse despertado en un solo respiro, como si todo su cuerpo hubiera comenzado a trabajar por primera vez luego de varios días de agonía.

Algo estaba mal. Lo supo por el tiempo que a Bobby le costó decir las siguientes palabras y por el pinchazo duro que había estado sintiendo en el corazón desde hacía días.

— Harry, Sam empeoró.

El sonido del respirador de Sam fue incluso menos doloroso para sus oídos que aquella pequeña frase de unas cuantas palabras.

— ¿Por qué no me llamaron? ¿Cómo está? ¿Por qué no me llamaron? — se levantó como si una fuerza poderosa lo hubiera arrancado de la cama y se dirigió hacia el bolso desparramado en una esquina de la habitación.

Ni siquiera había desempacado. No había otra cosa que quisiera hacer más que salir de ese lugar desde el primer momento en el que sus pies tocaron la habitación.

— Harry, me pidieron que no te llamaran.

— Imposible — se rió, moviendo su cabeza en plena negación. Metió cosas sin orden dentro del bolso, sin cuidado y precisión, completamente fuera de sí.

— Pidieron explícitamente que no lo hicieran, Harry.

— Me importa una mierda, Bobby. Debías llamarme en cuanto tuvieras noticias y no me has respondido el teléfono por cuatro putos días. Cuatro putos días. Esto es completamente estúpido. Quiero un maldito avión en Italia, quiero ir a Los Ángeles ya mismo y ver a Sam. Si no lo haces, considérate despedido, Robert. Hablo completamente en serio.

Bobby pudo volver a abrir sus labios porque Harry ya había cortado, y aunque sus ojos estaban puestos en los de Jeffrey, quien había sido explícito en su última orden de no llamar al cantante, supo cuál era la decisión correcta. De cualquier manera, sería despedido a causa de la llamada que acababa de hacer, y no había mucho que pudiera hacer para cambiarlo.

Había roto una orden directa de Jeffrey, y Bobby no era estúpido. Sabía perfectamente lo que pasaría a continuación, pero al menos ayudaría a su amigo a ver a Sam o jamás se lo perdonaría si lo peor llegaba a suceder.

The color of her eyes | Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora