8.

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Incluso cuando sabía que ella jamás lo escucharía, Harry seguía contándole cada una de las líneas del libreto, y eso ocurrió durante exactamente una semana.

Al principio, los médicos observaban a Harry como si estuviera demente, ya que no solo se encargaba de alzar su voz al leerlas, sino que con el tiempo había comenzado a actuarlas. Al principio era extraño para todos, sin embargo, a medida que pasaban los días, todos comenzaban a acostumbrarse a tenerlo allí, sobre todo él.

El sonido del monitor de signos vitales de Sam se había vuelto parte del ambiente normal para Harry. Incluso el aroma a cloro comenzó a dejar de molestarle, mientras se escondía bajo el techo del hospital, lejos de la visión de las cámaras y las cientos de noticias que salían sobre él, ahora que su relación con Olivia estaba confirmada por "las fuentes cercanas" a la pareja.

Sam estaba mejorando; su cuerpo comenzaba a recuperarse de los moretones y cicatrices, lo que hacía que su rostro se viera deshinchado y mucho más sano. Aun así, no había indicios de que fuera a despertar pronto. Según le habían dicho, la decisión de despertar estaba ahora en manos de Sam, quien había sobrevivido exitosamente después de la operación en el lóbulo frontal, que había sido sumamente riesgosa.

— ¿Piensas que está siendo sobreactuado? Creo que sí, pero es que aún no me aprendo las líneas y todavía necesito leerlas —, murmuró, mientras se recostaba en el amplio sillón y encendía la computadora, comenzando a leer, una vez más, las líneas del libreto.

Pasó hasta las últimas páginas y suspiró, refregándose los ojos a causa del cansancio por estar tantas horas leyendo y releyendo.

"Piensa en tu vida y en lo que realmente quieres" —, se relamió los labios y continuó — "No, yo te salvé. Escúchame, ¡trabajabas todo el tiempo!" —, esta vez solo lo citó, intentando recordarlo. Volvió a repetirlo, sin embargo, la computadora pareció no querer acompañarlo, pues inmediatamente se apagó frente a sus ojos, dejándolo en negro.

— Mierda, mierda, mierda. — Murmuró, intentando encenderla, pero estaba completamente muerta.

Harry pasó las manos por su cabello y se levantó, caminando hacia el bolso que estaba a unos metros de él. Lo tomó desde las manijas y lo abrió, comenzando a revolver en la infinidad de cosas que había guardado para pasar la noche en el hospital con Sam. Aun así, parecía que en la lista que ya sabía de memoria, había pasado por alto la idea de llevar el cargador consigo.

Miró su teléfono y resolvió que era demasiado tarde para llamar a su asistente, por lo que se tiró en el sillón y rezongó, cerrando sus ojos unos instantes antes de abrirlos y mirar hacia el techo.

— ¿Y ahora qué hacemos, Sam? Necesito aprenderme esto o van a regañarme —, murmuró por lo bajo, sentándose y mirando hacia el bolso de Sam, haciendo que la lamparita imaginaria en su cabeza se encendiera. — ¿Acaso eres más precavida que yo, Sam? —, se preguntó, levantándose para caminar hacia el bolso y abriéndolo, observando la computadora de Sam y el cargador.

Movió sus ojos por la habitación y encontró un enchufe, al que fue rápidamente. Conectó el cable a la computadora de Sam, luego de comprobar que no era compatible con la suya. Encendió la computadora y agradeció mentalmente que esta no se hubiera roto en el accidente que mantenía a ambos en esa habitación de hospital.

En cuanto la pantalla se encendió frente a sus ojos, la imagen de Harry y Sam hizo que su estómago diera un vuelco de 180°. Había visto aquella imagen hacía unos días, cuando encontró el celular casi destrozado de Samantha. Sin embargo, verla allí, otra vez, y lejos del shock emocional que le había causado el accidente, podía decirse que era incluso más duro de lo que había creído.

Harry miraba a la cámara mientras sostenía su pulgar hacia arriba, escondiendo sus ojos detrás de un par de anteojos costosos y una sonrisa de lo más falsa. En cambio, Sam, ella observaba atentamente a Harry, pero en sus labios había una sonrisa que podría pasarse por una risa, haciendo que iluminara por completo la fotografía. El casi deseo de escuchar su risa en ese instante y el haberla escuchado, pero no recordarlo, realmente lo estaba matando.

— Eres realmente bonita, Sam Connor —, murmuró por lo bajo, un instante antes de mover el pad de la computadora, dejando ver el fondo de pantalla de Harry en su último show. Aquello era demasiado extraño, incluso para él.

Rápidamente conectó la computadora a internet y, cuando estuvo todo listo para ingresar a su cuenta de correo, así lo hizo, descargando el libreto en la computadora e intentando abrirlo. Pero en cuanto sus dedos intentaron ingresar al PDF, la carpeta de descargas se abrió y cientos de fotos estallaron frente a sus ojos como un incentivo inmediato a ser abiertas.

Miró a Sam y volvió a mirar la computadora, intentando convencerse de que aquello era demasiado personal para abrirlo.

Evaluó la situación e intentó no dejarse llevar por aquel bichito indiscreto que parecía estar haciéndolo evaluar más de lo debido, intentando convencerlo de que mirara aquellas imágenes. Sin embargo, era demasiado tentador y estaba costándole demasiado.

Relamió sus labios y abrió el libreto, callando aquel impulso compulsivo. Comenzó a bajar nuevamente hacia el punto en el que se había quedado en la historia y retomó la lectura, citando en voz alta una vez más.

"Piensa en tu vida y en lo que realmente quieres" —, repitió, pero la idea seguía picoteando su mente, haciéndolo mordisquear sus uñas. Quizá solo una miradita no haría ningún daño.

Pasó el mouse por encima y abrió la primera imagen. Observó con atención. Era un paisaje: Los Ángeles. Sin embargo, era una imagen demasiado perfecta para ser simplemente una fotografía tomada a la ligera. El atardecer golpeaba de lado los edificios y los hacía ver brillantes. El ángulo de la foto hacía que los detalles pequeños resultaran y la ciudad pareciera incluso más viva de lo que Harry recordaba.

Pasó a la siguiente y luego a la siguiente, y mientras más pasaba, más quería ver, porque ante sus ojos la idea de Sam comenzaba a crearse, no solo como la muchacha que había atropellado. Sam realmente era profesional y tenía un talento único, uno que hacía ver las cosas más simples más bellas.

Cuando las imágenes terminaron, Harry estaba completamente hundido en la curiosidad y, aunque deseaba alimentarse de ella, no quería violar la intimidad de la mujer que yacía recostada a unos metros de él, dependiendo de un respirador y profundamente hundida en un sueño que parecía eterno para todos, incluso para él.

The color of her eyes | Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora