Capítulo nueve

17 3 0
                                    

"¿Quiénes somos en realidad?"

No es una pregunta fácil de responder, pero creo que si tuviera que definirla diría que somos todo y a la vez nada. Somos nuestras derrotas y victorias, somos nuestros errores y virtudes, somos lo que hacemos por nosotros y por el mundo, somos las huellas que dejamos en los demás y las que otros dejan en nuestros corazones, somos nuestros recuerdos, los que vienen del pasado, y también somos nuestros sueños, los que vendrán en un futuro. Somos todo y nada. Fugaces en la vida y simples manchas en la línea del tiempo, insignificantes para un universo tan grande. Es importante saber que somos "todo" para encontrar nuestro valor y también que somos "nada", para no desperdiciarlo.

—Así que, ¿un jugador de fútbol? —pregunté mientras observaba la fotografía.

Ciro, quien se encontraba recostado sobre su cama soltó una pequeña risa.

—No somos quienes les mostramos al mundo, eso es un hecho—comentó divertido.

—Jamás te hubiese imaginado con un balón entre tus piernas.

Él se sentó y fijó sus ojos en mí.

—¿No tengo el estilo de un futbolista?

—Solamente lo engreído.

Él soltó una carcajada.

—He perdido musculatura, dejé crecer mi cabello y mi manera de vestir cambió demasiado. No te culpo por no creerlo, he matado a mi viejo yo.

Dejé la fotografía en su lugar y me senté del otro lado de la cama.

—¿Por qué? ¿Qué ocurrió con él? —pregunté curiosa.

—No es una parte de mi vida que cuente con orgullo, pero te lo diré de todos modos—él se levantó de la cama, dio unos pasos alrededor de ella y se sentó frente a mí, sobre una alfombra en el suelo. Yo lo miré atenta—. Fue en un partido de fútbol, se disputaba una final contra un equipo problemático. Ninguno jugó limpio, pero yo pagué por todos—él tomó entre sus manos aquel cuadro que estaba sobre su mesita de noche, en la fotografía se podían ver a a dos personas, una de ellas era Ciro. Ambos estaban con una camiseta de fútbol de color azul y oro, y una pelota sobre el césped de un enorme estadio. Él me cedió la fotografía—. Vuelve a mirarla—indicó—, el chico que está junto a mí es Gale Betsson, mi mejor amigo y también la persona que acabó no solo con mi carrera, sino también con mi vida.

—No digas eso, estás aquí, tienes la oportunidad de ser feliz otra vez, tu vida no está acabada—comenté en un intento de motivarlo, aunque realmente era la persona menos indicada para hacerlo.

Él desvió su mirada hacia otro lugar, quería ocultar la tristeza en sus ojos.

—No solamente perdí la posibilidad de jugar al fútbol, perdí mi físico, perdí el hecho de moverme con libertad, perdí a mis amigos, perdí a mis padres, me perdí a mí.

Pude divisar una lágrima recorrer su mejilla y mi corazón se estrujó.  Dejé la fotografía sobre la cama y me senté en el suelo frente a él. Tomé sus manos y lo miré fijamente.

—Eres mucho más que eso. Estamos hechos de fracasos y errores, aprendemos de ellos, nos convierten en lo que somos hoy, pero va mucho más allá—él secó las lágrimas con sus manos y esbozó una pequeña sonrisa—. También somos lo que le ofrecemos al mundo, las huellas que dejamos en los demás, y estoy segura de que tú tienes mucho para dar, Ciro Amery.

Sus ojos se cruzaron con los míos, no podía dejar de perderme en su mirada. La habitación enmudeció, estuvimos en silencio por unos cuentos minutos, pero no era uno de esos silencios incómodos. Ambos nos perdimos en el otro y perdimos la noción del tiempo. Sentía que había mucho más para contar detrás de esos ojos tristes y aunque la curiosidad me mataba, quería dejar de entrelazar mi vida con la suya por el momento. Ya había sido demasiado.

Hasta que sanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora