Cap. 11: Reunir al grupo

15 2 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"¿Eso siempre estuvo ahí?", me pregunté al bajar la escalera y entrar a la sala de estar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"¿Eso siempre estuvo ahí?", me pregunté al bajar la escalera y entrar a la sala de estar. La entrada principal de mi casa estaba constituida por un delicado arco romano, enmarcada por un vitral de colores en la parte superior y dos marcos gruesos que sostenían las ventanas laterales. Al describirla podría parecer ostentoso, pero era bastante simple y bonita, la mezcolanza clásica y moderna con la que jugaba.

Para mí era normal bajar y ver la entrada iluminada a través de los colores del vitral, la figura de la flor de fuego en el piso, y la calidez de un nuevo día filtrándose por las ventanas; sin embargo, no recordaba aquella rejilla de metal barnizado o las hileras de flores que se asomaban sutilmente desde el exterior.

Parecía que mi mamá, que para mi sorpresa seguía en casa, había hecho un cambio de look a la estancia y puesto una nueva adquisición al jardín.

Sonreí ante la imagen y ladeé la cabeza cuando mis oídos interceptaron un juego de voces desde el otro lado de la casa. Solo para alimentar mi curiosidad, me desvié de mi camino y fui en esa dirección, encontrando a mi madre, a mi tía y a mi hermana riendo y conversando en el patio trasero. La piscina estaba cerrada y el calor descendía del medio día.

—¿Qué celebramos que está todo tan animado? —bromeé, llamando la atención de mi familia.

Me sonrió mi madre, alzando una mano para que me acercara y pudiera darme un beso en la mejilla. Sonreí y correspondí, agregándole un abrazo al encuentro.

—¿Volviste a redecorar? —Fui al grano y se rió.

—Tardaste en darte cuenta —Apuntó y negué divertido, separándome de ella.

—Siempre estas cambiando algo.

—Es bueno renovar las energías de la casa y darle otro aire de vez en cuando —Me codeó suavemente, mirando con lentitud hacia el patio, inspeccionándolo—. Y tal vez debería hacer lo mismo por aquí.

Se me escapó una risa.

—¿Qué más planeas hacerle?

—No sé, pero algo se me ocurrirá —Me miró con sospechosa complicidad—. Y así, ¿quién sabe? Tal vez puedas invitar a tus amigos y hacer una fiesta al final del ciclo escolar.

Por nuestro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora