El mundo es intenso, está lleno de muchas incongruencias, conflictos y anhelos. Es algo que Felix entendió una vez que conoció a Lop e hizo la promesa de cuidarla.
Una tarea que, sin lugar a duda, no será nada fácil, ya que cuando parece que no hay...
Capítulo dedicado a kellydugarte, la mayor fan de Henri <3
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Al contrario de nuestros cuerpos, el mío que se mantuvo tranquilo y el de ella que no dejó de abrazar a Mely por ningún segundo; nuestras miradas se cruzaron cargadas de asombro y tensión, frías y paralizadas. Sus ojos cafés me inspeccionaron de arriba abajo al menos dos veces; comprobando, reconociendo y afirmando mi identidad, con suma melancolía.
Habían pasado más de cuatro años y no había cambiado ni un poco. Su cabello seguía siendo del mismo vivo rubio rojizo, vestía tan femenina y casual como siempre, había ganado algo de volumen y su piel era más fría que antes. Algo extraño considerando el clima caluroso de California. Lo único que parecía haber generado un cambio en su vida era el gran pastel de su derecha, cuyo estaba segura que había creado ella misma y eso me enorgullecía.
Ninguna dijo nada y volvió su atención a la cumpleañera, quien pedía explicaciones de porque de repente ella se había quedado callada. Ese hecho me sorprendía, parecía que mi mundo se había achicado, nunca imaginé que Ellyde Blues conociera a los Larbi o, mejor dicho, fuera tan amiga de ellos.
—¿Te sientes bien? —preguntaron a mi lado sacándome de trance.
Miré a Félix tratando de parecer lo más tranquila posible, esto era algo de lo que no podía hablarle, mucho menos ahora.
—Perfectamente —aseguré.
Sonreí de medio lado y, ante el llamado de los padres de Félix, nos acercamos todos a prender las velas y cantar feliz cumpleaños. Me pude haber concentrado más en la bonita imagen familiar, pero noté que más de una vez alguien me miraba. Por la gran aglomeración de personas no pude identificar de quien se trataba, más estaba segura de que era Ely.
Llegó la repartición del pastel. Calista ayudaba a cortar mientras que la pastelera y su ayudante llevaban un favorecido trozo a cada invitado. No hubo nadie que se quejara del sabor. Mi turno llegó de manos de la misma pelirroja, quien me regaló una sonrisa nerviosa, conjunta con una petición silenciosa de paz.
