Cap. 12: Letras perdidas (Parte 2)

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—Sí, este no es un buen día para reencuentros

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—Sí, este no es un buen día para reencuentros... —susurró Samuel a mis espaldas.

Hasta hace solo unos minutos acababa de ver a Lop correr despavorida del café, con una expresión que viajaba del miedo a la rabia y viceversa, llena de impotencia. Atrás, Ely empezó a llamarla y salió corriendo a por ella; no sé si la alcanzó, pero lo que sí sé es que dejó al café casi mudo y a nosotros tres muy desconcertados.

Corrijo: solo a mí. Samuel parecía asustado, casi culpable, y Renato estaba en completo shock, sonriendo como si no pudiera creer lo buena que es su suerte. No entendía nada, pero de algo estaba seguro: ellos sabían porque Lop se fue al ver a Renato.

—¿Ren...? —Lo llamé, pero no volteó—. Ren —Cargué la voz y ahora sí pareció reaccionar—. ¿Qué acaba de pasar? ¿La cono...?

—No —Se enderezó, y evitando mí mirada agarró de su vaso de agua y bebió—. No y... —Miró a Samuel—. Tú no viste nada.

Él se alzó de brazos como si levantara una bandera blanca.

—Renato —Insistí, pero negó con la cabeza.

—Nada, Félix, no es... —Tragó saliva y respiró como si le costara—. No es nada.

—Ren, por favor, no esperarás que...

Se levantó de la silla, sacó algo de dinero y sin decir nada más, ni mirarnos, lo dejó en la mesa, se dio vuelta y salió de la cafetería. Tan pronto desapareció de nuestra vista, me giré hacia Samuel y este desvió los ojos hacia el suelo.

—Samuel, ¿qué está pasando? —Se hizo el sordo—. Samuel.

—Ya lo oíste, no puedo decirte —suspiró.

—Me mentiste, ¿verdad? O no me contaste todo, ¿cierto?

Guardó silencio.

—Samuel.

—Sí, no te conté todo —Volvió a mirarme y por primera vez noté su preocupación—. A veces es mejor no saber, Félix. Saber demasiado puede volverse una carga. No sabes lo que he tenido que hacer para mantenerte a raya.

Por nuestro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora