Shinsō se movía preocupado entre sus compañeros, la fogata en medio les daba suficiente calor para pasar la noche en la playa disfrutando de la carne de jabalí que el vicecapitán había matado. La fuerza de ese hombre era de temer, solo había necesitado un cuchillo ligeramente más largo de lo normal para terminar con la vida del animal que los había atacado.
Menos mal que Kirishima había ido a la expedición de reconocimiento o todos hubieran muerto en ese momento.
Sus ojos siguieron navegando entre los hombres y mujeres que traían alegría y dolores de cabeza a su vida, que poco a poco y con pinceles destruidos pintaron su piel hasta quitar las marcas de su pasado, hasta que le hicieron volver a confiar en los demás y poder sentirse vivo nuevamente. Pero aunque todos ellos eran importantes a su manera nada podía remplazar al niño que lo vio escondido detrás de un barril con un gran tajo en la cara por un estúpido inglés que creyó que lo miró mal, no podía olvidar como sin temor le estiró su mano preguntando si estaba bien, si quería ir con él junto a su capitán y su familia.
Aunque más tarde descubrió que eran piratas, en realidad dejó de importarle, después de todo esos piratas eran mejores personas que los humanos con los que trataba a diario.
Sentado en la punta de un tronco lo más alejado de la fogata con su mirada puesta en el trozo de carne que tenía una de sus dagas estaba Kaminari, su usual brillo no estaba para nada en él, sus ojos parecían apagados. Fue tan fuerte la impresión que tuvo que apuró el paso y le tomó fuertemente el brazo que no sujetaba la carne, como si quisiera retenerlo ahí.
Kaminari alzó la cabeza para mirarlo asustado, Shinsō jamás fue violento con él y el agarre que tenía en su mano realmente era doloroso.
Shinsō pronto se dio cuenta de lo que hizo soltando el agarre que tenía, fue por un momento pero pudo sentir los ojos de todos sobre él, casi pudo escuchar el seguro de la pistola de cierto médico sádico que cuidaba a ese muchacho como su hijo en la parte trasera de su cabeza.
Un montón de saliva se juntó en su garganta haciendo que su manzana de Adam, el temor le hizo sentarse rápidamente al lado de Kaminari ya que sintió que las piernas le fallaron.
ーPerdón, tuve un mal presentimiento y mi cuerpo se movió solo, ¿Estás bien? ー
La forma rápida y atropellada que Shinsō habló hizo que Kaminari se riera, ese sonido fue suficiente para que todo el mundo volviera a la suyo, para que la fiesta que los embriagaba con la madera quemada continuara, era casi como si las olas bailaran al ritmo del fuego manteniendo una sensación cálida pero no caliente que hacía que el ron se sintiera mucho mejor al ingerirlo.
Kaminari balanceó un poco su peso en el trozo logrando que sus pies solo quedaran apoyados en sus tobillos, total, ahora Shinsō sujetaba el tronco por los dos. Fue extraño pero logró entender la preocupación que Shinsō tuvo.
Con la mirada fija en sus pues, Kaminari volvió a soltar una pequeña risa, como si con ella se fueran todos los nervios que tuvo desde siempre, como si recién despertara.
ーHablé con el capitán ー
Reconoció Kaminari con la voz más tranquila que Shinsō había escuchado en su vida.
ーMe regañó ーKaminari volvió a soltar una risita ーMe dijo que era un tonto por tener miedo de que no era él quién volvió ー
Shinsō hizo un pequeño gesto con los labios, como un mohín, al escuchar que creía que era tonto por tener miedo, era totalmente razonable, después de todos los papeles, qué no sabía leer, decían cosas bastantes horribles.
ーTambién me dijo que esa sensación de que hay algo que nos sigue no es sólo una sensaciónー
Apenas Kaminari pronunció esas palabras el fuego que hasta ese momento estaba controlado se encendió antinaturalmente, fue tanto el brillo que dio que todos pudieron ver el par de ojos que estaban a la espada de Bakugō escondidos en el bosque.
Al parecer, no eran solo jabalís los que habían en ese lugar, porque jamás escucharon venir a esa bestia, o quizás sí, porque Bakugō ni siquiera quitó la mirada del fuego creciente mientras los ojos que le vigilaban volvían a esconderse entre la densa selva que les había dado la bienvenida más temprano.
Un extraño escalofrío los cubrió, al parecer la bestia del capitán ya había vuelto, asustando hasta a la criatura más salvaje con solo su presencia.
Kaminari y Shinsō se sintieron inesperadamente aliviados de ver los ojos crueles del hombre que les salvó la vida.
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