Capítulo 39

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Estaba sentado en la sala de aquel hogar en el que se sentía ajeno, lo único que podía mirar se resumía a las pocas decoraciones y oía nada más que el silencio. Poca luz entraba por las cortinas delgadas en las ventanas, y todo parecía tan lúgubre.

Estaba allí el nido de su cachorro, el de su alfa, pero no podía sentirse en casa. Cuando un sentimiento similar aparecía, el de estar en su verdadero lugar, era solamente cuando Tobias le sostenía en brazos.

Por eso cuando la puerta principal se abrió y reconoció a su alfa, se puso de pie con una sonrisa ansiosa. Lo único que deseaba era abrazarse a él y no soltarlo jamás. Quería recuperar tantos años perdidos, quería que su alfa se convirtiera en su respirar, quería verdaderamente morir si algo le obligaba a separarse de él como la primera vez.

No podría dar marcha atrás aunque quisiera. Había obtenido más de lo que espero, e iba aferrarse a eso.

Tan fuerte como se aferró al cuerpo de Tobias cuando este abrió sus brazos para el omega luego de entrar a la casa. Le besó la cabeza y olfateó sus cabellos, emanando su fuerte fragancia para que oliera a él. A él y nadie más.

Era difícil. Como las cosas se habían precipitado sin más, cómo todo ocurrió sin haberlo esperado.

Era todo muy complejo. No se entendía con facilidad, pero allí estaban, hundiéndose el uno con el otro. En amor, en cariño, como siempre debió ser. Los dos juntos. Aceptando la realidad, lo que eran, alfa y omega.

—¿Está todo bien? —preguntó Tobias, acariciando la espalda del omega.

Emiliano asintió, separándose sin soltar su abrazo de Tobias—. Louis se fue hace un rato. Me quedé a esperar para cuando volvieras alfa. —le sonrió.

Tobias asintió—. Gracias. Por esperarme.

El omega negó, acercándose para besar la mejilla del mayor.

—Ya he esperado mucho antes. Es mucho más fácil cuando estás acostumbrado.

El alfa negó, trayendo más cerca a su omega—. No digas esas cosas. No deseo pensar en eso nunca más, me hace sentir perdido.

Emiliano sonrió, acurrucándose en el pecho de Tobias.

—No volverá a suceder alfa. No tan terrible como la primera vez. Lo prometo.

—Me alegra escuchar eso, porque hay algo de lo que tenemos que hablar.

Emiliano asintió, sintiendo que era el momento justo. Se separó del alfa y le dedicó una mirada suave, sonriendole para tomar su mano y caminar luego.

Fueron al comedor, donde cada uno tomó su lugar. Se miraron unos momentos y el primero en bajar la vista fue Tobias.

—No dudas de que te amo con el corazón entero, ¿verdad? —preguntó.

Emiliano frunció un poco el ceño, tomando la mano del alfa para acariciarla—. Claro que no. Tú sabes lo que siento, ¿por qué preguntas eso?

El alfa suspiró, bajando los hombros.

—Es que si pudiera evitarlo lo haría. Y todo está tan bien y es tan pronto que...

El omega le interrumpió con suavidad—. ¿Tienes que irte?

Después de unos segundos, Tobias asintió—. Sí. Dos meses. La nueva generación de cadetes está por llegar y, tengo que estar allí. Lo quiera o no, tú sabes que si pudiera decir no, yo, es sólo... No quiero irme. No cuando acabas de, joder, es sólo, no. —resopló.

Emiliano parpadeó, viendo a su alfa desinflarse más y más con el pasar de los segundos.

Si algo sabía de él mismo con seguridad, es que era una persona muy madura. Y que a veces estaba bien entrar en una burbuja que te apartase de todo lo demás para poder disfrutar de cualquier cosa que quisieras pero... Sabía también que en un momento u otro, debía volverse a la realidad. Debía observarse el alrededor y volver a lo que era.

Llámame por mi nombre | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora