La habitación estaba impregnada de un silencio pesado, solo roto por el golpeteo constante de la lluvia contra los cristales. El susurro de las notas melancólicas de la canción de Blue Foundation era como un eco de mi propia tormenta interna, resonando en los rincones oscuros de la habitación. Cada acorde parecía entender la angustia que pesaba en mi corazón, como si la música y yo compartiéramos un lamento compartido.
Mis recuerdos se deslizaban hacia los días en los que esa misma canción pintaba momentos de intimidad y amor compartido. Los acordes resonaban con la dulzura de aquellos momentos que ahora se desvanecían en el abismo de la traición. La melodía, antes una celebración de nuestro amor, había adquirido un matiz sombrío que reflejaba la intensidad del incendio que consumió nuestras promesas.
La lluvia, persistente, proporcionaba una sinfonía adicional, una triste armonía que acompañaba el dolor que ardía en mi pecho. Cerré los ojos, permitiendo que las notas envolvieran mi ser, transportándome a un pasado donde la canción era un vínculo entre dos almas.
El video y los mensajes crueles, como cuchillos afilados, perforaron la burbuja de ese pasado idílico. El eco de la melodía se volvió más oscuro, cada acorde una herida que resonaba con la verdad que se revelaba. La habitación se llenó de sombras, y la música, que una vez había sido un consuelo, se convirtió en un recordatorio implacable de la traición, forjé un plan meticuloso para exponer la verdad que yacía oculta en las sombras de la mentira.
El sonido de la lluvia actuó como un acompañamiento natural mientras trazaba mi estrategia. Primero, recopilé cada rastro de la infidelidad de Jimin, cada mensaje hiriente, cada imagen comprometedora. Cada palabra y cada imagen eran piezas de un rompecabezas que estaba decidida a armar frente a la mirada del mundo.
La melodía de la canción se convirtió en la banda sonora de mi travesía, como si las notas fueran las guardianas de mi resiliencia. Cada acorde resonaba con la intensidad de mi propósito, guiándome en mi cruzada por desmantelar el falso edificio de amor que Jimin había construido.
La siguiente fase de mi plan involucraba tejer la verdad en una narrativa que capturara la atención de los medios. Creé un dossier detallado, una crónica de la traición que había soportado. Cada palabra estaba cuidadosamente elegida, cada imagen colocada estratégicamente para contar mi historia de forma impactante.
El día de la revelación llegó, y con la lluvia aún marcando el ritmo afuera, llevé mi verdad a los medios de noticias. Los periodistas, como cómplices involuntarios, se convirtieron en portavoces de mi dolor. Los titulares resonaron con la intensidad de la tormenta que había enfrentado, la historia de mi resiliencia se extendía a través de las páginas de los periódicos y los segmentos de noticias.
La canción, en perfecta armonía, acompañaba cada informe, como si las notas fueran las palabras no dichas que subrayaban mi fuerza. Los detalles de la traición se proyectaron en las pantallas de televisión, la melodía de fondo actuando como un eco persistente de mi valentía.
Con el tiempo, los vientos de la tormenta cambiaron. Jimin, una vez imponente en su fachada, ahora estaba en ruinas, su imagen desmoronándose como un castillo de naipes. Mientras él se ahogaba en las consecuencias de su propia traición, yo emergí de la tormenta con las ganancias de la polémica en mano. Después de todo
Odiame o ámame, ambas están a mi favor, si me amas siempre estare en tu corazón y si me odias siempre estaré en tu mente.
Otro pensamiento inundó mi cabeza y sonrei.
No aliviaré tu dolor, No aliviaré tu tensión, Estarás esperando en vano, No tengo nada para que tú ganes
Años después, el eco de la canción aún flotaba en el aire cuando me encontré con Jimin, ahora sumido en la ruina. Sus ojos, una vez llenos de confianza, suplicaban redención al encontrarse con los míos. Sin embargo, el tiempo no podía deshacer las grietas profundas que la traición había dejado en nuestro vínculo. En la habitación, densa de tensiones no resueltas, mis palabras se convirtieron en dagas envueltas en un sarcasmo penetrante.
"No hay vuelta atrás, Jimin", pronuncié con una serenidad aparente, aunque bajo la superficie rugía la tormenta de emociones que intentaba controlar. "Las llamas de tu traición han consumido lo que éramos". La ironía bailaba en el aire, como si la canción que una vez simbolizó nuestro amor ahora presenciara en silencio el desmoronamiento de todo.
Ante su intento de reconciliación, mi respuesta fue una amalgama de frialdad y sarcasmo. "¿Volver contigo? ¿Crees que la llama que compartíamos aún arde?" El silencio que siguió resonó más fuerte que cualquier melodía. "Lo siento, pero esa chispa se apagó hace mucho. Ahora, solo queda el eco de tu propia ruina".
Al cerrar la puerta tras de mí, dejé atrás el susurro persistente de la canción y las sombras de un pasado que ya no me atormentaba. Avancé hacia el futuro con la firmeza de quien ha convertido el dolor en fortaleza, donde la música ya no recordaba la pérdida, sino la resiliencia que surgió de las cenizas.