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Aquella noche
pude abrir mis ojos
luego de un largo rato de gritos.
Con lágrimas comprendí:
no te habías ido, habías muerto.
Él te había asesinado,
toda tu valentía se fue.
Solo quedaba una sombra cobarde,
parecida a ti,
pero vestida de algo más.

InconexiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora