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Entré en la sala,
aunque mis pies
hubiesen hecho
lo contrario;
pero se lo prometí a mis padres
y también a ti,
aunque no me escucharas.
Aunque ya no me sentía segura
entre desconocidos,
y sus miradas
ahora me rodeaban,
caminé entre murmullos
y silencios pesados,
buscando un lugar
donde no me hundiera.
Me senté una silla
incómoda y dura,
y esperé a que un psicólogo
comenzara a hablar. 

InconexiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora