#2 El Precio del Pasado

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Entrar a la tienda del señor Gold, debo admitir que no fue una de mis ideas más brillantes. Pero también hay que reconocer mi habilidad para salir ilesa de situaciones que ponen en peligro mi vida. Afortunadamente, cuando me estampo contra la estantería (y no de la manera que me gusta), los vidrios no se incrustaron profundamente en mi espalda; por lo tanto antes de cometer allanamiento de morada, tuve tiempo de sobra para quitarme cristal por cristal. 

La palabra "allanamiento" suena fuerte, pero técnicamente tengo el permiso de uno de los dueños de la casa, o mejor dicho, la mansión. Ser una de las autoridades más destacadas en la jerarquía de la ciudad tiene sus privilegios, supongo. Y creo que ya me delaté. Voy a ver a Henry, ¿por qué? Hoy lo vi preocupado por lo del "préstamo" (suena mejor que la palabra robo). Planeo ir y explicarle todo.

La casa de los Mills es una de las más bonitas y caras de Storybrooke, con dos pisos y un patio delantero amplio. Pero lo que más me gusta es el viejo roble frente a una de las ventanas, que me brinda acceso directo a la habitación de mi nene favorito; he estado en ese cuarto muchas veces y he dormido con Henry en varias ocasiones.

No es lo que piensan.

Él me llama con frecuencia y me ha confesado que no puede dormir por diversas razones, como pesadillas, nervios por un examen o miedo de que algún villano lo mate. Cosas así, típicas de nuestra cultura local. Mi última noche aquí fue hace algunos días, diciendo que se sentía observado. 

Decidí omitir la parte sobre el espectro trajo la magia a este mundo. (Son detalles irrelevantes que un niño de diez años no debería saber). Y que tal vez por esa razón el ambiente se sentía extraño. 

Con Hermes firmemente sujeto en mi boca, decidí abordar el desafío de escalar el árbol que me lleva directamente a la habitación de Henry. La corteza áspera rozaba mis manos mientras buscaba agarres seguros. Con movimientos precisos y cuidadosos, ascendí lentamente, evitando hacer ruido innecesario que pudiera alertar a cualquiera en la casa.

Y cuando digo cualquiera me refiero a Regina.

La luz de la luna se filtraba entre las hojas, proporcionando una débil pero suficiente visión para no perderme. El viento suave me mecía ligeramente, pero mi enfoque estaba en el objetivo. Al llegar a la altura de la ventana, examiné la situación antes de dar el siguiente paso. Asegurándome de que nadie pudiera verme desde adentro, coloqué cuidadosamente un pie en el alféizar de la ventana. La silueta del cuarto se dibujaba en la penumbra, y pude distinguir algunos muebles familiares. Mantuve la calma, sabiendo que cada movimiento debía ser calculado.

Con un impulso controlado, me elevé y me deslicé a través de la ventana, aterrizando con gracia en el suelo. El sonido del aire nocturno y las hojas susurrantes se filtraban, y me encontré en el santuario personal de Henry. Una vez dentro, me aseguré de cerrar la ventana detrás de mí (no queremos más ladrones, ¿verdad?). Cometí esta acción con el objetivo de minimizar cualquier evidencia de mi entrada poco convencional. Con Hermes aún en la boca, me moví con sigilo, explorando la habitación en busca del pequeño y preparándome para explicar mi presencia.

-"¿Henry?" –Llame y escuche un ruido detrás de mí. –"¿Dónde estás?" –Solté un quejido al sentir un golpe proporcionado a mi espalda.

Espero que a la gente de Storybrooke no se le haga costumbre pegarme.

Di media vuelta, completamente preparada para devolver el golpe, pero grata fue mi sorpresa al ver al hijo del alguacil Swan con un bate de béisbol en la mano y una expresión de miedo en su bello rostro.

-"¿Kira?" –El mocoso me miro sorprendido. No se esperaba mi visita.

-"No soy Peter Pan" – dije con entusiasmo. – "Solo quería probar cómo se siente ser un niño que nunca crece. Y ya que estamos, ¿viste a Tinkerbell?" – pregunté mientras buscaba a la hada. – "Necesito un poco de polvo de hadas para mejorar mis aterrizajes."

Flor de tres petalosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora