James permanecía en la enfermería, su mirada fija en el señor Owen mientras los médicos y enfermeras trabajaban frenéticamente para estabilizarlo.
Las luces frías y el olor a desinfectante llenaban el aire, creando una atmósfera impersonal que contrastaba con la gravedad de la situación.
El señor Owen yacía en una camilla, su rostro pálido y sudoroso.
Monitores médicos emitían pitidos rítmicos mientras las manos hábiles de los profesionales de la salud se movían con precisión.
James sentía un nudo en la garganta al ver al hombre que momentos antes había sido su contrincante en un juego retorcido de verdades y mentiras.
En medio de la tensa escena, la puerta de la enfermería se abrió de golpe, y la señora Owen entró, su expresión una mezcla de preocupación y determinación.
—¡Deténganlo todo! Alexander, mi amor... —exclamó en voz alta, dirigiéndose a los médicos con voz firme.
Los médicos se detuvieron en su trabajo, mirando a la señora Owen con sorpresa.
—Señora Owen, estamos haciendo todo lo posible por estabilizar a su esposo —respondió uno de los médicos con calma, lo cual era imposible, solo estaría seguro si lo sacaba de la mansión a kilómetros de James.
La señora Owen ignoró la explicación médica y se acercó a la camilla donde yacía su esposo.
—Necesito llevármelo a una clínica de verdad, James por favor, piensa en Samantha —declaró con determinación —Sé que no lo quisiera ver así, por la diosa, deja que me lo llevé, en una clínica estará mejor.
James no hablo solo se la quedó observando en silencio mientras todos lo veían sin saber que hacer a continuación.
Cuando en una mirada rápida la señora Owen vio la mano cortada de su esposo soltó un grito de terror.
—¡No! ¡¿Que le has hecho a mi esposo?! Mi amor, ¿Que te han hecho?... —El dolor por su esposo era evidente en su voz.
James observaba la escena en silencio, sus ojos entrecerrados mientras evaluaba a la señora Owen, Finalmente, asintió con indiferencia, se notaba que aún no se recuperaba del impacto de la noticia que le trajeron los guardias.
—Llévatelo —dijo, con su voz fría y desapegada de toda la situación, ignorando que un día fueron familia.
La señora Owen le dirigió una mirada penetrante, como si estuviera evaluando las intenciones ocultas de James.
—¿No vas a poner ningún impedimento? Mi esposo necesita ayuda urgente, James... —Preguntó, desafiante.
James se encogió de hombros, su expresión inexpresiva.
—Haz lo que quieras. Ya no me importa, ya no me sirven.
La señora Owen asintió con satisfacción y luego se volvió hacia los médicos.
—Preparen todo para su traslado. Mi esposo estará más cómodo en una clínica, ya llamaré a una ambulancia.
Mientras el personal médico seguía sus instrucciones, James permaneció en su lugar, viendo cómo la señora Owen y su esposo eran escoltados fuera de la enfermería.
No mostró ninguna emoción en su rostro, pero en lo profundo de su mirada, algo inquietante brillaba, como si la oscuridad que lo consumía estuviera a punto de manifestarse de nuevo.
James caminó con pasos pesados hacia su oficina, su mente llena de un torbellino de emociones. Al entrar, su mirada se posó en la imponente figura de dos guardias que sostenían un pedazo de tela ensangrentada. Un olor familiar y devastador llenó el aire, y su corazón se detuvo por un momento antes de latir con un ritmo desenfrenado.
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Sangre de la manada
Werwolf¡Te rechazo, Samantha Owen, eres infértil! grito enfurecido mi alfa y esposo. Me botó de la manada al no darle cachorros, un mes después me enteré que estaba embarazada pero ahora los enemigos de mi esposo me persiguen ¡Él me da por muerta! ¡Es mi...