CAPÍTULO 04

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Ariana Grant


Baje del coche, mi madre me ha pasado a dejar en el instituto. Caminé hasta la entrada de ello, me acomodé los audífonos de diadema. Mis pasos son normales, nada rápidos. Solo estoy esperando en qué momento vendrán las porristas a tomarme del pelo y arrastrarme por todo el instituto, y todo porque Etan Baker me ha dado un beso afuera del centro comercial. ¡Qué completa estupidez!

Miré por el pasillo, pero nada, quizá todo está en mi mente.

Abrí mi casillero con la pequeña llave que saqué de mi mochila, tomé la calculadora científica, dejé las cosas que no usaría en la clase de la señorita Smith, cerré el casillero colocándole el seguro. Subí las gradas de la segunda planta del instituto, dirigiéndome al salón de la profesora de física. Entro al salón y lo primero que veo es al chico con su capucha negra, rodeando su cabeza con sus brazos sobre la mesa. Mi ceño se frunce. Él no lo había visto en esta clase, o tal vez no me había dado cuenta de que la compartíamos, porque no conozco a casi nadie del salón, al menos los de esta clase.

Me dirijo a mi asiento, dejo caer mi mochila al suelo. Él parece no importarle quien entra o quien sale, quizá esté durmiendo o muerto.

¡Dios! Ariana, cállate.

Somos los únicos en el salón, aún nadie ha llegado. Joder, nosotros los más estudiosos, con mucho hambre de intelecto, ansiosos a que empiece la clase. ¡De puta madre! Puse los brazos en la mesa, apoyando mi cabeza, mientras escuchaba música, esperando a que llegara la profesora.

Más compañeros comenzaban a ocupar sus lugares y, finalmente, la señorita Smith entra, coloca sus pertenencias en el escritorio.

―Buen día, jóvenes. Hoy vamos a repasar el tema de la semana pasada, para sus exámenes. ―Se pone de pie, tomando unos marcadores de su estuche; en la pizarra, comienza a escribir unos ejercicios de conversión.

Saco la libreta y la calculadora de mi mochila, unos lapiceros y lápiz del bolsillo de mi mochila. Volteo a ver al chico, sigue en su misma posición cuando llegué.

—Hey —susurre. ―Hey... ¿sigues vivo?

Levanta la cabeza, mira a la pizarra donde la profesora está plasmando los ejercicios, voltea a verme, asiente con la cabeza, indicándome que sigue vivito y coleando.

―Estos ejercicios los harán en pareja, elijan con quién trabajaran ―la profesora dijo, mientras tomaba lugar en la silla de su escritorio―. Los que vayan terminando se podrán retirar... ―ella, con una sonrisa en su rostro, comienza a revisar unos documentos.

¡Dios!, ¿acaso me estás dando una prueba?

Todos comenzaron a sentarse cerca de con quienes trabajaran, volteé a ver al chico de ojos color cielo, se veía tranquilo copiando en su libreta lo del pizarrón. Cogí mi mochila del suelo, me levanté, acercándome al él, me senté en el lugar vacío.

―Ya que la mayoría ya tiene pareja... ―no pude terminar la oración.

―Sí... ―dijo dudoso―. Con la condición de no preguntar nada —terminó, mirándome fijamente.

Joder, puedo verme reflejada en sus ojos.

—No prometo nada —mofe.

El chico volteó los ojos. Yo solo mostré una risa en mi rostro. Coloqué mi libreta y la calculadora sobre la paleta de la silla. Miré las operaciones y rápidamente comencé a hacer cálculos, convirtiendo las letras en número y números en letras. Fruncí mis labios, el tercer ejercicio, no le entendía muy bien; el resultado me daba con punto decimal, eso quiere decir que está mal. ¿Qué no estoy haciendo bien?

GOLPES DE LA VIDA ✓ [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora