CAPÍTULO 23

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Ariana Grant


A solo dos días de que sea Halloween, todos preparaban sus mejores disfraces para los concursos de terror en el instituto; algo que a mí nunca me ha apetecido disfrazarme de algún personaje terrorífico. La cara de emoción que tenían algunos por presentarse en el día de la celebración era inexplicable, porque muchos se preparaban días, inclusive semanas, para dar lo mejor de ellos en los concursos. Las fiestas ya eran aseguradas; bebidas con más grado de alcohol que de complemento era lo único en lo que ya pensaban todos los chavales.

―¿No crees que Halloween ya está demasiado sobrevalorado?

Escucho el cuestionamiento justo detrás de mí.

―Pero son formas para mantenernos un poco distraídos.

Pero no me permitió responder que se contestó así mismo de nuevo. Mi grado de confusión me obligó a frenar el paso por el pasillo para voltear a ver al chico alto, de cabello oscuro y rubio. Él me regala una pequeña sonrisa justo cuando se topa con mi cara confusa.

―¿Hola? ―La emoción de querer balancearme y abrazarlo comenzaba a presentarse. Pero a veces está bien retenerse un poco.

El semblante del chico era firme, pero su mirada se iluminaba con el mío. Podía ver cada mínima expresión que pudiese llegar a hacer; quizá solo este siendo una completa loca. Pero tal vez, solo tal vez... todos hagamos expresiones que solo puede verse con el corazón.

―Ojalá pudiésemos escapar solo nosotros ―ciertas palabras que salían de su boca me proponían irnos. En su mirada podía verle claramente cómo quiere tomarme, pero se resiste como yo lo hago. Supongo que, desde luego, seguimos siendo indecisos, por más seguros que parezcamos―. ¿Y si nos vamos?

Atisbé por los lados, pero solo quedábamos nosotros en el largo pasillo del instituto. Ya no había más vida que la de nosotros aquí presente. La corriente de aire que provenía del exterior pasaba por nuestros cuerpos estáticos, frente a frente.

La propuesta me hacía ruido en la cabeza: el de escaparnos justo ahora.

―¿A dónde iríamos?

―A dónde el viento nos lleve.

―¿Estás loco?

―Quizá... pero tú eres la causante de dicho desenfreno.

―Entonces, enciérrenme.

―Mejor vámonos ―soltó con cierta firmeza en su voz. Me tomó de la mano y no lo pensé en seguirlo hasta en la entrada del instituto. Caminamos hasta donde estaba aparcada su moto. La rebeldía me segaba con la risa que salía de mi garganta.

Me coloco el casco y me trepe a la moto. El temor cuando encendió el motor llegó en mi cuerpo, lo abracé fuertemente enrollándome en su abdomen al grado de cerrar mis ojos, para no sentir en qué momento se perdería el equilibrio y dar al suelo; pero todo estaba en mi mente, él sabe conducir muy bien como para caer, pero uno nunca sabe en qué momento puede perder el control y estrellarse. El viento agitando los mechones de mi cabello suelto.

¿Quién diría que escapar de la escuela resulta ser un poco satisfactorio?

Pasábamos por las avenidas inundadas de autos y coches que accionaban el claxon para pedir paso, por el embotellamiento que había en algunas calles principales del centro. Poco a poco comenzábamos a salir de en medio de toda la multitud para pasar a una calle más tranquila con menos ruido auditivo. El hablar de las personas y el ruido de los coches se deshacían conforme nos alejábamos más y más de ello. No tenía la menor idea de dónde nos estábamos dirigiendo, pero algunas tiendas me son conocidas: el café donde a veces venía con mi abuela, la heladería donde hemos estado algunas veces con Mabel y André. Son pocos los lugares que tienen recuerdos en mi mente. La dulcería donde hacía berrinches por las gomitas de panditas, sabor a piña. Algunos centros comerciales. Lugares distintos junto a recuerdos propios del lugar.

GOLPES DE LA VIDA ✓ [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora