CAPÍTULO 18

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Hans Cramer


Ahí estaba ella, parada, cabizbaja, frente a su casillero. Al parecer, ya encontró la pequeña nota que le dejé para que fuera lo primero que mirara.

«¿Aún sigue en pie el trato?».

Caminé hasta ella, me paré justo a lado, pero no se dio cuenta. Dejo nuevamente la nota dentro y fue hasta que hablé, girando casi sorprendida de verme. Le recordé sobre el pequeño trato que habíamos hecho en la biblioteca, pero parecía no recordar. En serio, ella tiene que carburar más rápido. Al parecer, su cerebro solo actúa cuando estamos en ejercicios de física.

―No es mi culpa que yo sea parte de tu debilidad ― bajé sutilmente la vista hacia sus labios y las regresé tan rápido como pude a sus ojos, ella lo notó ―la nota era para saber si aún haríamos el intercambio. ―Insistí en recordarle.

Pero nuestra conversación se comenzó a tornar diferente, podía sentir cómo se distanciaba cada vez más. Ella ya no es la Ari de la que estoy ilusionado. Una de las porristas pasa frente a nosotros con una sonrisa casi amenazadora, moviendo ligeramente los dedos de una de sus manos para saludarla. Al menos Ari logró convertirse en amiga de las porristas, eso espero.

―No, no eres una debilidad.

Me miro como si quisiera darme un golpe en seco en la cara.

―Solamente eres lo que nunca seremos ―soltó mientras me veía directamente con sus ojos cafés.

Pude sentir los disparos de palabras que salían de su boca. Fue como comprendí que Ariana ya no podía pertenecerme, y es que esa no era la idea. No quería que fuera mía... quería que fuera ella conmigo.

―Y no... nunca hubo cierto trato.

Fue lo último que me dijo a sus espaldas, llevó una de sus manos hasta en la media cola que siempre llevaba y se quitó la liga que lo mantenía a cierta altura. Vi cómo se alejaba de mí para encontrarse con su novio que apareció del otro lado a por las escaleras. Se dieron un ligero beso, se agarraron de las manos y se marcharon en dirección a la cafetería.

―Tenías que ser un reverendo insistente―.

Resoplé tranquilamente aceptando que esto ya era, en definitiva, que Ariana Grant está en una relación en la cual yo no puedo meterme, ella me lo ha pedido indirectamente.

Subí las escaleras para el segundo piso, llegué a la entrada del salón... ahí estaba nuevamente ella, sentada a cierta distancia de donde solía ponerse cerca de mí. Parecía no prestar atención a quien cruzara el salón. Me quité la bandolera y la dejé caer al suelo. Coloqué mis brazos sobre el pupitre, para luego utilizarlo como almohada escondiendo mi cara, pero con la visión libre. Ariana, viendo hacia la pizarra, el perfil en el que yo la veía era espectacular y es que no puedo esconder lo que siento por ella; me encariñe, lo acepto, pero también me arrepiento. Debí confesarme para ser yo el primero. Estoy seguro de que la vida tiene un propósito para esto, de cierta forma mi vida no tendría tanto sentido. La hora libre por fin había llegado; eran dos horas que esperar para la siguiente clase. En estos momentos, Ari estaría llegando a la biblioteca para no agobiarse de tantos alumnos que se cruzan en los pasillos del instituto. No puedo ir con ella luego de que me haya dicho distanciarme y dejarla con su vida. A la hora de salida no pude evitar caminar a cierta distancia de ella, pero me duró poco la persecución, porque su novio ya la estaba esperando fuera de su camioneta Geep descubierta, color negro, estacionada justo al lado de donde se encontraba mi motocicleta.

―Hijo de puta ―dije en mi interior.

Trate de modular mis pasos, para que no se viera extraño ir tras de Ariana. Etan se acomodó la chaqueta del instituto, típica que llevan todos los jugadores. Ella lo saludó de un abrazo, pude notar la miel derramarse sobre ellos. Pasé justo cerca de ellos, y él me lanzó una mirada casi amenazante, pero me valía una reverenda mierda. Yo ya estaba fuera del campo de juego. Me coloqué el casco de seguridad sobre la cabeza, arranqué el motor y comenzando a conducir para no ver más este par de tortolos quererse demasiado.

GOLPES DE LA VIDA ✓ [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora