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DIANA
Esta noche había cena con todos los del trabajo. Eso implicaba ver a Rafael. Me emocionaba lo de la cena, pero no tanto lo de tener que verlo. La cena empezaba a las 21:45, por lo que debíamos estar ahí a las 20:00. Ahora acordándome, faltaban pocos días para mi cumpleaños. Seguía siendo Julio, pero ya a finales. Cumplo el 4 de agosto, así que tampoco faltaba tanto. Y, al parecer, nadie se había olvidado de eso. Al instante, recibí una llamada entrante de mi hermano.
—¡Hola, Blanca! —Dijo mi hermano, con un tono emocionado.
—Hola, Ago. ¿Todo bien?
—Sí, si. Todo bien. Ya se acerca tu cumpleaños y... ya tengo tu regalo.
—Ayyy, Ago —Suspiré.
—¿Cuántos cumples? ¿15?
—¡Cumplo 18! —Grité, a la vez riéndome. A mi hermano siempre le había gustado hacer bromas de ese tipo.
—Ya lo sé, Blanca. Te he preparado algo que tal vez te guste. —Sonreí ante eso. 
—Esta noche tengo cena de trabajo. —Comenté cambiando de tema.
—Pues suerte teniendo que ver a ese insoportable. —Comentó mi hermano.
—¿Quién?
—Rafael.
—¿A ti también te cae mal?
—¿Que si me cae mal? Lo detesto.
—Pues ya somos dos.
—Bueno, Blanca, te dejo. Hablamos otro día, ¿vale?
—¡Adiós, Ago! —Grité. En ese momento, mi prima asomó por la puerta de mi habitación.
—Nana, ¿ya sabes qué ponerte? —Preguntó con cierto entusiasmo.
—No, aún no. ¿Tú? —Cuando pregunté, se mostró de cuerpo entero un vestido azul turquesa largo pegado con unas sandalias de tacón alto negras cruzadas por los talones.
—Estás preciosa. —Sonreí.
—Anda, ven aquí. Vamos a ver tu maleta, a ver qué traes. —Me agarró de la mano y abrió mi maleta. Estuvo rebuscando un buen rato hasta que algo llegó a encontrar.
—¡Mira! —Chilló, con un conjunto morado en las manos.
—¿No va a hacer frío? Es que es muy corto.
—Admite que te da vergüenza.
—Un poco sí, pero...
—Anda, llévate abrigo. Pero póntelo. Avísame cuando estés. —Suspiré y ella salió de mi habitación, cerrando la puerta a su paso. El conjunto no era feo, me lo regaló Kira cuando cumplí 17. No creo que me quede pequeño ya. Me quité la ropa que ya tenía y me puse el conjunto. Era un pantalón de lino precioso morado junto a una camisa corta de asillas gruesas de tela, un poco más claro. Me miré un poco más en el espejo, tratando de que me convenciera. No podía hacer nada más, eso era lo único que había traído para estas ocasiones. Me puse los tenis blancos de botín alto y avisé a mi prima.
—Si no fueras mi prima, saldría contigo. —Confesó entre risas. —Venga, péinate. A ti no te hace falta plancharte nada ni hacerte rizos, tienes un ondulado precioso en las puntas y en el principio del flequillo que te queda como peluquería.
—¿Quién nos lleva? —Pregunté mientras las púas del cepillo acariciaban el cuero cabelludo.
—Nos lleva Mai, junto a Kathe y Rafael. —Cuando nombró a este último puse cara de asco, intentando que sea disimulado, pero no lo conseguí, y ella lo notó.
—Ay, Nana —Se acercó a mí, suspirando y me agarró los hombros por detrás con sus manos —Ignóralo.
—Se va a poner a buscarme la lengua, como hace siempre.
—Eso es lo que pretende, molestarte. Pasa de él.
—Para ti es fácil decirlo, tú conseguiste aguantarlo, que no sé cómo, pero pudiste, a mí me va a costar, somos dos polos opuestos.
—Los polos opuestos se atraen. —Vi su sonrisa a través del espejo, no obstante, yo no sonreía nada.
—En mi caso, los polos opuestos NO se atraen. —Puse los ojos en blanco y mi prima se rio.
—Tranquiiiiiila, ya verás que todo sale bien. ¿Terminaste de peinarte? —Asentí— Ven aquí. —Me agarró de la mano y me llevó al baño.
—¿Qué vas a hacerme? —Pregunté algo preocupada. Pues conociendo a mi prima sería capaz de raparme completa.
—Voy a ponerte máscara de pestañas.
—Pero no me hace falta, mis pestañas ya son grandes.
—Pero esta ocasión es especial.
—Bry, mis ojos son delicados y...
—¡Cierra la boca y confía en tu prima! —Di un respingo y cerré los ojos.
—Ya está. Estás preciosa Nana. Nunca te había visto así.
—No suelo vestirme así. No es mi estilo.
—Pues te queda genial. Anda, vámonos, que ya nos están esperando. —Juntas bajamos y nos despedimos de mi tía. Al llegar abajo, estaban todos esperando por fuera. Rafael, Mai y Kathe estaban los tres por fuera del coche charlando. Cuando nos vieron, se callaron.
—Pero bueno —Empezó diciendo Mai— Debería hacerme lesbiana.
—QUÉ BELLAS —Chilló Kathe, entusiasmada. Rafael fue el único que no dijo nada, sólo me miró de arriba a abajo.
—¿Quieres una foto? —Comenté de mala gana. No podía ni verlo. Él, sin embargo, sólo se rio y fue a abrirme la puerta trasera del coche. No obstante, le corté el camino.
—Puedo hacerlo yo sola. Tengo manos y no soy una niña pequeña.
—¡Nana! —Se quejó mi prima.
—¿Qué? ¿Nunca lo has defendido y ahora que nos odiamos mutuamente te pones de su parte? ¿Te gusta que me traten mal acaso? —Mi prima se calló y decidió de una vez por todas subirse al coche. El camino nos la pasamos poniendo música. Nos fuimos turnando. Cuando me tocó a mí, aproveché el momento para poner Picture To Burn de Taylor Swift, pero pusimos la ¨versión homofóbica¨ como la llamamos mi prima y yo.
So go and tell your friends I'm obsessive and crazy, that's fine, I'm tell mine you're gay! By the way... —Empezamos a chillar mi prima y yo al ritmo de la letra mientras Rafael se tapaba los oídos. Por fin encontraba una forma de hacerlo sufrir. Llegamos a nuestro destino en un bar, y allí estaba la jefa, su marido y sus dos hijas. Realmente no sé qué tenían que ver ellos ahí, pero era la jefa, no íbamos a cagarla. En fin, que nos sentamos todos a comer, empezaron a pedir, etc. Cuando todos terminamos de comer, la jefa pidió un par de copas con bebidas que contenían alcohol.
—No no, yo no, gracias.
—Vamos, Nana, sólo te faltan un par de días para cumplir 18. No te va a afectar. —Insistió mi prima.
—No es eso, es que no me apetece.
—Qué aburrida eres. --Habló Rafael.
—Cállate, anda, que si empezáramos a hablar de ti...
—Basta ya —Interrumpió mi prima —Son compañeros de trabajo, por dios, qué les cuesta llevarse bien. —Iba a hablar, pero me callé, porque sé que podría cagarla más aún.
—¿Les parece si vamos a la playa? —Propuso la jefa.
—¿Ahora?
—Sí. La playa de noche te calma y te relaja. Además, podemos estar en nuestro chiringuito. —La idea sonaba muy tentadora. Al final, terminé accediendo. Fuimos los mismos de antes, sólo que esta vez el marido y las hijas de la jefa se fueron a su casa y ella fue en su coche. Cuando llegamos todos, nos sentamos en las mesas de nuestro chiringo.
—¿Quién abre? —Preguntó Kathe.
—Yo misma. —Respondió Mai. Todos pedían mientras yo decidí quitarme los zapatos e ir andando hasta la orilla del mar. La jefa tenía razón, esto es muy relajante. Sentía que alguien me seguía, pero sinceramente no me importaba. No me tomé la molestia de mirar hacia atrás. Me iba a sentar, pero de pronto, noto como una bola de arena choca contra mí, haciéndome tambalear hacia delante. Me giré y, definitivamente, había sido el hijo de la gran...
—¿¡Se puede saber qué coño haces?! —Me giré hacia él y le grité, indignada, siendo sólo esto lo que tenía de ropa. —¡Esto era lo único que tenía de ropa, imbé...
—Shhh... Eres muy quejica tú, ¿eh? —Se acercó a mí, quedando su nariz con mi frente y su dedo índice en mis labios.
—Pues siendo tú como para no serlo. —Respondí después de unos segundos. Vi como él se reía y giraba la cabeza.
—Me das as...
—Cállate. —Me interrumpió empujándome, quedando sus labios junto a los míos.
Qué narices acababa de hacer ese imbécil.
Nos quedamos así un par de segundos y después se separó él, junto con una sonrisa que me pareció preciosa.
¡No! Nada de él podía parecerme ¨precioso¨. Es un imbécil.
Salí corriendo como pude, cogí mis zapatos y huí hasta el coche. Me subí en la parte del copiloto, ocupando el lugar de Rafael. Me llegó un olor muy bueno, como a perfume. Abrí la guantera y vi el perfume de Rafael.
Qué bien olía el cabrón.
CÉNTRATE, DIANA.
Me pegué a mí misma, intentando despertar.
¿Qué cojones me estaba pasando?

Todo Fue En VilaflorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora