DIANA
Dieron las 2 de la mañana y yo aún no pegaba ojo. Había regresado a casa el día anterior y desde ahí no he dormido una mierda. Había estado pensando en Rafael. Muchísimo.
Rafael: Dinana, baja. Estoy en la puerta de tu casa.
Diana: Qué haces a esta hora en mi casa, flipado?!
Rafael: Venir a verte. No es obvio?
Diana: Sí, ya, pero por qué?
Rafael: Dinana, no es como si te hubieras ido de morros al suelo, eh?
Diana: Ya lo sé, imbécil. Ya bajo.
Eso me hizo sonreír. Que se preocupara tanto por mí me hacía sentir querida. Me apresuré y bajé tal y como estaba, en pijama, y lo único que me puse fueron las cholas. Cuando bajé, él se acercó para abrazarme.
—¿Cómo estás? —Preguntó.
—Mejor.
—¿El labio?
—Sigo teniéndolo un poco hinchado pero estoy bien.
—Yo te lo curo. —Se acercó y me dio un pequeño pico.
—¿Mejor? —Ambos sonreímos y yo le di un empujón en el hombro.
—¿Por qué no viniste antes? Son casi las tres de la mañana.
—Estaba ocupado.
—¿Y no es mejor esperar hasta mañana?
—No. Yo quería verte ya. —No sabía qué responder a eso, me quedé en silencio unos segundos.
—¿Por qué haces que me resulte tan difícil odiarte? —Pregunté, mirándolo a los ojos. Él me quitó la mirada un momento y, antes de responder, miró al suelo.
—Porque eso es lo que pretendo.
Wow.
Y tanto que wow.
Esa respuesta, por su parte, me dolió un poco.
¿Tan mala estaba siendo? Supongo que debería empezar a reflexionar un poco sobre mis tratos. Está claro que eso sería algo que no me gustaría que me hicieran a mi. Al fin y al cabo él ya no era el mismo niñato arrogante de antes, al menos conmigo. Es tarde para pedir perdón. A lo mejor, es tarde para pedir perdón con palabras, pero no con actos.
—¿Vamos a algún lado? —Preguntó.
—¿Estás flipando? Además, ¿qué va a estar abierto a esta hora?
—Los 24h.
—¿Llevas dinero encima?
—Claro. —Encogí los hombros y entonces, nos subimos al coche.
—Espera —Solté— Voy en pijama.
—No importa. Te ves bien de todas las maneras.
—¿Que me veo bien? Tengo cara de haberme metido droga. Y más con estas pintas.
—Cállate, te estoy diciendo que te ves bien.
—Lo dices porque me quieres.
—Qué va. Te odio tanto.
—Y yo a ti.
—Te odio tanto como odio los atardeceres.
—¿Ves como me quieres? —Ambos reímos.
—Sí, anda. —Nos callamos porque mi teléfono empezó a sonar.
—Diaaanaaaa —Dijo mi hermano.
—¿Ago? Son las dos de la mañana.
—Ya, es queee... —Alargó las palabras— digaaaamos que me he pasaaaado un poquiiiiito bebiendooo.
—Ago, madre mía. ¿Está Ainara contigo?
—¿Quién? —Me empecé a descojonar.
—Ainara. Tu novia.
—Ah, ¿que tengo novia?
—¡Thiago! —Grité, ya preocupada.
—Ay dios, es verdad. Ainaraaa...
—¿¡Por qué pones ese tono?!
—Creeeeo que he perdido a Ainara.
—¡¿Cómo que la has perdido, Thiago?! ¿¡Qué vas a hacer tú sólo?!
—Traaanquila. Voy con Maaario.
—¿Y quién es Mario, si se puede saber?
—Mi entrenadooor.
—¿Entrenador?
—De cabaaaallos. —No sabía si reírme o llorar.
—¿Montas a caballo?
—Desde los 4 aaaaños. —Ya no podía más y estallé a reírme. Estaba realmente muy borracho. No lo veía en esa situación.
—Pero, Thiago, en serio, ¿No irás a conducir tú..., no?
—Pfff, claro que noooo. Conduce Max.
—¿Quién es Max?
—Mi entrenadoooor de caballos.
—¿Pero ese no era Mario?
—Uy. —Se empezó a reír él solo, y nos contagió la risa a Rafael y a mí.
—¿Quién está contiiigo?
—Rafael.
—¿Quién?
—R-a-f-a-e-l. —Deletreé.
—¿Árbol?
—Sí. De navidad.
—¡Feliz Navidad entonces!
—Ago, de verdad, ¿estás acompañado?
—Queee síiiii.
—¿Y no es ningún entrenador de caballos?
—Nooooo. Adiooos, Diana. —No me dejó hablar y colgó.
—A tu hermano le falta un tornillo. —Añadió Rafael, riéndose aún.
—¿Un tornillo sólo? Le falta la ferretería entera.
—Oye, ¿y si duermes en mi casa? —Comentó él.
—No, mi familia podría preocuparse si no me ven por la mañana.
—Mándales un mensaje. —Me quedé dudando unos segundos— Por favor, Diana, te quiero conmigo esta noche.
—¿Me estás rogando?
—Por ti pierdo mi orgullo.
—Vaya vaya. Rafael Montgomery rogándome. Quién lo diría.
—Shhh, que si lo descubren mis amigos se burlan.
—¿Qué más te da lo que piensen tus amigos?
—Nada, pero habíamos hecho una apuesta del que se enamore primero perdía.
—¿Y tú te has enamorado? —Vacilé.
—Así es. —Repitió con la sonrisa burlona en la cara.
—¿Quién es la afortunada?
—Mírate al espejo.
Sonreí. Espero que lo estuviese diciendo de broma.
—Espabila. ¿Vamos ya? —Me devolvió a la realidad.
—Sí.
Se quedó callado durante unos segundos.
—¿Harías esto más veces? —Preguntó.
—Lo he hecho mil veces.
—No. Conmigo.
—Sí, claro que sí.
Simplemente, nos callamos y nos dirigimos a la tienda. Estaba un poco confundida porque no sabía si Rafael me gustaba o no.
ESTÁS LEYENDO
Todo Fue En Vilaflor
Teen FictionMe llamo Diana Campbell y estoy terminando bachillerato. Mi hermano mayor, Thiago, va a irse de vacaciones con su novia a Lanzarote, pero rechacé la invitación, porque yo voy a irme a Vilaflor, un municipio de Tenerife, a ayudar a mi prima mayor en...