Preludio: Simplemente el amor

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El tan anhelado amor:

Es un fuego que arde sin consumirse,
como el que encendió Jane Eyre y Rochester
en las páginas de una novela inmortal.

Es un sueño que se hace realidad,
como el que vivieron Elizabeth Bennet y Darcy
al superar sus orgullos y prejuicios.

Es una pasión que desafía al destino,
como la que sintieron Anna Karenina y Vronsky
al entregarse a un amor prohibido.

Es una locura que te consume,
como la que padeció Madame Bovary y sus amantes
al buscar en vano la felicidad.

Es una tragedia que te destroza,
como la que sufrieron Romeo y Julieta
al morir por un beso.

Es una aventura que te cambia,
como la que experimentaron Florentino Ariza y Fermina Daza
al reencontrarse después de medio siglo.

Es una magia que te envuelve,
como la que hechizó a Marianne Daventry y Philip Wyndham
al descubrir el amor en Edenbrooke.

Es una historia que te cautiva,
como la que narraron Vianne y Isabelle en El ruiseñor
al resistir la ocupación nazi.

Es una vida que te llena,
como la que compartieron Noah y Allie en El cuaderno de Noah
al recordar su amor eterno.

Es el amor, en todas sus formas y colores,
en todas sus luces y sombras,
en todas sus alegrías y penas,
en toda su plenitud y vacío,
en toda su belleza y horror,
en toda su gloria y miseria,
en toda su grandeza y pequeñez,
en toda su fuerza y fragilidad,
en toda su realidad e ilusión.

Es el amor, simplemente el amor.

Es el amor, simplemente el amor

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