El huron perdido I

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-Señor Haun?- Tocaste la puerta, extrañada de la nula presencia de guardias en esta ala del palacio, lado a lado miraste y no había ni un sirviente que pasara por aquí.



Por un momento pensaste en regresar y atrasar el encargo un día mas pero los 3 meses resonaban en tu cabeza sin parar.




El tiempo era esencial.



Y lo mas villano que harías en tu estancia en este mundo seria meterte en los cuartos ajenos las veces que sean necesarias.


Tomaste la manija de la puerta y empujaste. -Señor Haun! Perdón por-


Pero el cuarto estaba totalmente vació, solo sentías el fresco viento de la primavera por el balcón. El cuarto estaba intacto como si nunca hubiera sido usado.


Otro frio viento volvió a pasar y cubriste tus brazos alrededor de tu cuerpo, cuanto tiempo había estado abierta esa puerta? Todo el cuarto se encontraba helado. Te acercaste al balcón pero al tocar la baranda algo mojado toco tus dedos.



Sangre!??



Casi por instinto llevaste tu mano a tu ropa y te secaste, solo para arrepentirte al instante.



Como le pido a Maya que me ayude a limpiar manchas de sangre!?



La sangre parecía todavía fresca y las gotas que manchaban la baranda formaban la marca de una mano arrastrándose. Tal vez... Haun había regresado herido? La ultima vez que lo viste todavía estaba siendo de vigilante. Pero por que no estaba en su cuarto?.



Bien, ya estabas metida en esto que mas daba entrometerte un poco mas, además tenias miedo que Haun estuviera muriendo en algún lugar lejos de la vista de la Princesa.



Volviste a mirar hacia el balcón, no habían mas marcas ademas de la que tocaste, pero justo abajo viste como el balcón estaba posicionado enfrente de una zona del jardín que no era accesible por el camino de piedras. Los guardias se encontraban volteados en tu dirección opuesta así que si querías saltar ahora era el momento.



Sin mas, te quitaste tus zapatos, los tacones solo te lastimarían si caías de una manera equivocada, agarraste poco a poco de la baranda y fuiste cayendo sosteniéndote de las grandes ramas de la enredadera en la pared, y con el ultimo salto tocaste el césped mas rápido de lo que esperabas.


Saltar tantos muros de niña ayudo de algo...


Te sacudiste lamentando que tan lujosa tela se haya manchado tan pronto de sangre y suciedad.


Las voces de los guardias se acercaban a tu derecha, tapaste tu boca y te agachaste entre los arbustos mas espesos que encontraste, sus voces y el sonido natural de los pájaros y agua podían esconder el sonido de tu movimiento pero no si tenias que correr, tampoco había rastros de mas sangre a tu alrededor así que no sabias hacia donde ir exactamente.



No puedo quedarme aquí hasta la noche!.



En un momento, una voz conocida se escucho por el jardín, los guardias corrieron hacia el dueño de la voz, te asomaste un poco por las aberturas del arbusto, entre los cuerpos de los guardias había una cabellera rubia y si ponías mas atención casi notabas como sus ojos intensamente verdes miraban hacia tu dirección.



Raymond? Tengo que irme ya!



Te moviste lo mas rápido que podías, escuchabas el palpitar de tu corazón y casi sentías que salía de tu pecho, las plantas eran espesas y pesadas pero era lo suficiente para meterte entre ellas y alejarte lo mas posible de sus vistas.
















Por fin habías llegado a una parte del jardín en donde solo había césped, las ramas alrededor escondían el lugar de todos y los rayos de luz pasaban entre las hojas haciendo un hermoso patrón.


Y seguiría siendo hermoso si no fuera por el olor a oxidación que impregnaba el ambiente.

Las joyas de la princesa | La Costurera de la ConcubinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora