Sabor a desagrado

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Eran las tres de la tarde en la universidad, con las calles ahogadas por el frío y mi aliento bailando en el aire. Me envolvía en una chalina impregnada del rastro de otra noche de borrachera, con un cuaderno desordenado y un lapicero mordido hasta el alma.

La garganta raspada por el resfriado, las botas embarradas y la chamarra de cuero salpicada, me dejé caer en una banca cerca del edificio de física. No había inspiración, solo un vacío, hambre y ese nudo persistente en el pecho. Vestir de negro siempre me hacía sentir como en un funeral, y aquí estaba, enterrando algo que ni siquiera estaba seguro de haber perdido.

Los anillos pesaban, las manillas apretaban, y mi pelo largo se congelaba como mis pensamientos. Entonces, una sensación de llamado me hizo girar.

A unos pasos, ella estaba allí, vestida de gris, destacando en medio de la grisura que me rodeaba. Temblaba, sucia por el lodo, el pelo empapado y un aspecto deplorable. Se sentaba en una piedra, pretendiendo que yo no existía, aunque éramos los únicos en aquel escenario. Algo entre nosotros se rompió, o tal vez nunca estuvo entero.

Las ideas fluyeron y plasmé frases en el cuaderno, la tinta desafiando las gotas que corrían por las páginas. Estaba atrapado con ella. Guerra de miradas, un juego absurdo que ninguno admitiría. Orgullosa, fingiendo no necesitar nada de mí, pero yo sabía que las cosas eran diferentes.

Hubo un tiempo en que ella era un licor exquisito, más fuerte que cualquier trago, con un aroma que ahogaba el recuerdo a cigarrillo de mi chalina. Pero la vida, esa maldita vida, nos llevó por caminos separados. Aprendí que aferrarse a sensaciones solo te ata a la miseria.

Ambos imaginamos un escenario donde podríamos hablar, pero ese tiempo quedó atrás, sepultado como un recuerdo distante de otra vida. Aún faltaba un impulso para romper la última barrera, pero la campana sonó. Una nueva presencia, una botella barata que se acercaba para salvarla del frío. Que se joda, pensé.

A mi derecha, mi chica, blanca y pecosa, más linda que la otra pero carente de conexión real. Un reemplazo temporal, alguien a quien probar antes de pasar a la siguiente opción.

Te concentras demasiado en la chica del frente, ¿no? - susurró.

Te mentiría si lo negara - respondí, cerrando el cuaderno.

¿La conoces? - insistió, rodeándome con sus brazos.

Más de lo que quisiera, pero ya qué - dije.

Podría hacer que olvides hasta su nombre - propuso.

Niña, un borracho prueba cualquier cosa para olvidar, pero una vez has probado la calidad, ningún trago barato te hará olvidar la sensación - afirmé. - Vamos, embriaguémonos juntos probándonos mutuamente solo por hoy y olvidemos este maldito día.

Me levanté, recogí mi pelo y salí de allí. No sé si la volveré a ver, y honestamente, no me importa. Que se vaya al carajo.

Pensamientos, recuerdos y otras mierdasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora