Rossio

1 0 0
                                    

Consumidos por el aburrimiento, Rossio y yo nos encontramos para tomar unas copas y escuchar una banda de tributos. El bar estaba al otro lado de nuestras residencias, así que decidimos reunirnos en un punto más concurrido antes de dirigirnos juntos al lugar. Rossio, una amiga de años atrás, era como un oasis en medio del desierto de la monotonía. No nos escribíamos a diario ni nos veíamos con frecuencia, pero su presencia siempre era un alivio. Una mujer enigmática, un misterio por descubrir en cada gesto y palabra.

Ella siempre llegaba tarde, pero yo prefería estar puntual para tener tiempo de reflexionar, anotar algunas ideas en mi libreta de apuntes o simplemente observar el ir y venir de la gente. Habíamos salido juntos en otras ocasiones, y siempre terminábamos sumergidos en alguna situación absurda o simplemente desafortunada. Pero aun así, disfrutaba de cada momento compartido con ella, como si cada encuentro fuera una pequeña huida de la rutina tediosa.

Cuando finalmente llegó, radiaba belleza. Su vestimenta, su maquillaje, cada detalle de su apariencia parecía cuidadosamente elegido para impresionar. Vestía con un pantalón medio acampanado, un par de botines, una malla de color blanco nada transparente y una chamarra de cuero al estilo de una cazadora. Tenía un par de manillas de cuero en el brazo derecho y en el izquierdo un reloj con segundero acompañado de una manilla de perlas de plástico. El delineado le quedaba demasiado bien y la piel se le veía suave. Esa chica frente a mí hacía valer la espera.

La había conocido en la iglesia, de todas las ironías de la vida. Realmente no me gusta la religión ni lo que conlleva. Lo único admirable de los católicos es la arquitectura histórica que poseen y la Biblia es un libro muy entretenido si lo tomas por lo que es, y no como una guía moralista para evitar quemarte en las brasas del infierno. 

Fue un día viernes en la noche que me la presentaron. No le presté importancia, lo admito, así que poco me acuerdo de su aspecto. Solamente sé que tenía el cabello largo y ondulado. Pero el día que me la presentaron oficialmente fue el domingo siguiente. Vi entrar a una chica de pelo corto y lacio con un cerquillo largo, una polera negra y la acompañaba un short jean debajo de los cuales tenía unos panties. 

Se veía un poco más alta porque traía unos botines de charol. Esta niña sabía cómo combinar su ropa. Me dejó mudo con su presencia. Era como si todo el tiempo estuviera viendo en blanco y negro allí dentro, pero cuando ella llegó iluminó todo el lugar dándole color. No lo sabe, pero ella fue la razón de que no dejase la iglesia en un breve periodo de tiempo.

Con el tiempo nos hicimos más cercanos. Me hizo conocer buenas bandas de música, series, y diría que es la chica que más influencia tuvo en mi vida en poco tiempo. Tenía ideas que cambiaron gracias a que ella me presentaba argumentos sólidos y me hacía ver que estaba equivocado o tal vez no del todo en lo correcto. 

Me conoció en mi etapa extremista de pensamientos que no se podían corromper, pero ella lo hizo.,es una chica muy inteligente. El punto es que ambos tuvimos una crianza algo parecida, nuestros padres se parecen tanto que muchas veces compartimos experiencias o traumas si bien los podemos llamar así, pero ella lo llevó peor ya que yo solo me enfrentaba a mi madre, pero ella se enfrentaba a su padre también. Sé que su escape es la música. Se nota que la ama porque cuando camina se mueve como una rockstar y me es imposible verla llegar sin escuchar dentro de mi cabeza alguna de las canciones que me hizo conocer.

Nos dirigimos al bar, con la promesa de una noche de música y conversación. A medida que pasaban las horas, sentí un cambio en el ambiente, llegamos demasiado pronto y el evento se atrazó, menuda suerte la nuestra.

Para animar un poco la situacion  le dije: 

"Siento que te conozco", di una pausa para mirarla a los ojos, "pero también siento que para mí eres un mundo que tengo que explorar."

"Entonces pregúntame", se dio la vuelta para mirarme, "pregúntame qué es lo que quieres saber."

"Estoy conciente que hay tanto que desconozco", le dije, "que en realidad no sé qué preguntar."

"Bueno, no sabes sobre mi infancia", agachó la cabeza nuevamente, "no sabes sobre algunos proyectos que tengo a futuro, no lo sé, tú dime."

"Entonces, háblame de tu infancia", aproveché la idea que me dio, "cuéntame cómo fue."

Fue un momento de confesión y vulnerabilidad, Rossio compartió algo que me dejó sin aliento. No puedo revelar sus palabras, pero puedo decir que me estremecieron hasta lo más profundo de mi ser. En ese instante, vi a la mujer fuerte y frágil que se escondía tras su aparente seguridad. Sentí un impulso de protegerla, de ser su refugio en medio de la tormenta.

Después de eso quedamos en silencio un buen momento, ella fue al tocador un momento, creo que sobra decir que sus bellos ojos tenían una fina capa de lágrimas formándose, en donde podía ver el reflejo de la luces del bar. Si podria plasmar sus ojos en un lienzo estoy seguro que seria un obra perfectamente presentable para un museo, donde se reflejaria mucho sentimiento sin agregar ni una sola palabra.

Cuando regresó pedimos otra bebida, y no dijimos una sola palabra más. La banda de aquella noche se puso a tocar, disfrutamos la música juntos, la veía cerrando los ojos y cantando, moviéndose al ritmo de la música, elevando las manos. Las notas musicales corrían por sus venas, sentía que era una mezcla de emociones que recorría por su cuerpo en ese instante.

De vez en cuando nos poníamos a reír, había un grupo animado de rockeros melenudos cerca nuestro, eran agradables y amenizaban el ambiente. Aún quería abrazarla, decirle que nunca estará sola, que daría lo que fuera por verla bien, pero fui lo suficientemente cobarde para no hacerlo. Terminando el concierto pagamos la cuenta y salimos del lugar.

Dentro del taxi tampoco dijo una palabra, se le notaba cansada y durmió una gran parte del recorrido apoyada sobre su mano. Sus pestañas oscuras con su delineado me llamaban mucho la atención. 

Siempre tengo dos reglas con las mujeres: "que no te importe lo que ellas piensen" y "todas, por más confianza que les tengas, mienten para su conveniencia". Estoy convencido de que esa es su naturaleza y lo pude comprobar varias veces, pero entonces Rossio no es una mujer estandar o al menos no una del montón, a veces me cuestiono si es que siento algo más que amistad por ella, y mis respuestas no son tan simples como un "sí" o un "no". Ella es una amiga muy sincera con la que no sería correcto intentar una relación. Por otro lado, ella es el tipo de  chica con la que sí sentaría cabeza al punto de convertirla en mi esposa. De todas formas, es mi maldición sobrepensar las cosas, la veo como una amiga muy buena, no quiero arruinar esto que tenemos.

Cuando llegamos la acompañe hasta la esquina de su casa, me despidió con un beso en la mejilla y una vez la vi cerrar la puerta me fui caminando. Pensé varias cosas en el trayecto. Podrían haberme robado en ese momento y ni cuenta me habría dado seguramente, ahora aquí estoy escribiendo algo que no sé cómo pensar o expresar correctamente.

Esta noche ella me dijo algo que me pegó muy fuerte: "¿qué es lo que quieres?" Y sí, me di cuenta que no sé qué es lo que quiero. Tengo parejas por las cuales no siento nada, tengo amigos que realmente no darían ni un cabello por mí, tengo un montón de gente inservible a mis ojos en la vida, hay metas que tengo trazadas, conozco a buenas personas que tranquilamente son buenos contactos laborales o de oportunidades, pero ¿qué es lo que quiero? ¿Me quiero a mí? ¿La quiero a ella? ¿Quiero a alguien? Me parece muy inmaduro de mi parte no haber respondido a esa su pregunta, así que primero definiré quién quiero ser, quién soy y ya al fin podré saber qué es lo que quiero.

Así fue como un día de distracción se convirtió en un punto de inflexión en mi vida, y en transformó mi noche en un montón de horas dedicadas a la exploración personal.

Pensamientos, recuerdos y otras mierdasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora